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La colina de Watership. Richard Adams. Seix Barral

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(448 páginas. 20,50€. Año de edición: 2009)
Un regalo siempre es un regalo, y desde ahí las páginas que se leen tienen que encontrar el camino para el agradecimiento, y más si proviene de un alumno tuyo. Teniendo esto presente, es cierto que al principio la extrañeza invade la lectura, sobre todo si nadie te ha prevenido de que los personajes de este libro, una fábula moderna bastante desarrollada, son conejos. Los principales protagonistas son Avellano, un conejo que pese a que no destaca por su físico, se gana a todos por su inteligencia; Quinto, hermano de Avellano, un conejo pequeñito que tiene el don de la adivinación que previene de la destrucción inminente de la madriguera liderada por el Threarah; y ThlayliPelucón, el conejo más grande y fuerte del grupo que se salvan de la muerte gracias al aviso de Quinto y el liderazgo de Avellano.

Luego he leído que este libro es un clásico casi desde la fecha de su publicación, 1972, y que se puede considerar como un libro de literatura juvenil (no lo veo, por cierto, al menos no como lectura para clase). Incluso que Sawyer, el de Lost, lo leyó en la isla. Es indudable que se relaciona con las fábulas clásicas, y que le debe mucho a Rebelión en la granja, que tiene un componente alegórico evidente y que se pueden extraer enseñanzas muy útiles (por ejemplo preguntarse qué clase de conejo eres, como se puede leer en la reseña de El lector impaciente). Por ahí no me ha interesado el libro, ese tipo de lecturas no me atraen demasiado, aunque no quita para apreciar frases como esta:
No hay nada que nos haga sentir más insignificantes que llegar a un paraje extraño y maravilloso donde nuestra existencia no importa nada.
Sí en cambio me ha llamado la atención que está excelentemente bien narrada esta novela épica. El ritmo concuerda a la perfección con una estructura sencilla pero eficaz (cincuenta capítulos de breve extensión dividida en cuatro partes: El viaje, la parte iniciática, tipo Odisea; En la colina de Watership, a modo de transición; Éfrafa, en la que los peligros se asocian al temible Vulneraria, que dirige una madriguera con mano de hierro, dictador con ecos del Napoleón de Orwell; y Avellano-Rah, que vendría a ser el colofón, el desenlace), el léxico es extraordinariamente prolijo (la cantidad de plantas, insectos, especies hablan bien del dominio rural por parte del autor) y la imaginería en torno a los conejos consigue crear un universo verosímil (con su dios de los conejos Frith, la hraka como manera de hablar de los excrementos, el silflay para referirse a comer en la superficie, elil como depredadores, fu inflé como hora "después de salir la luna", hrududu como vehículos con motor, hrair para indicar un número mayor a cuatro, las owsla, grupo de conejos fuertes de dos años o más que rodean al Conejo Jefe...).

Los personajes están muy bien conseguidos y definidos, pese a que es una obra con bastantes. Aparte de los ya mencionados y que congregan la empatía del lector (Avellano como heredero directo del  mítico El-ahrairah, siempre precavido, prudente y dialogante; Quinto, más místico, retraído y profético; Pelucón, más bruto pero abnegado), destacan Zarzamora, uno de los conejos más inteligentes y que ingenia escapatorias inusitadas (como con el bote de los humanos); Diente de León, el mejor narrador de historias; Puchero, otro conejo pequeñito...; Verónica, Bellota, Plateado o el capitán Acebo (este reincorporado más adelante) serían otros de los que acompañan a Avellano, que conseguirá también la ayuda de la gaviota Kehaar.

La acción apenas decae, salvo cuando llegan las narraciones de El-ahrairah y su inseparable Rabscuttle, héroes de la mitología conejil (remansos a veces un tanto innecesarios) y por tanto, si ya estás prevenido de qué tipo de obra se trata, puede resultar una lectura muy interesante, capaz de albergar diferentes interpretaciones. Por algo se considera un clásico moderno.

House of Cards. Temporada 2

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(Netflix. 13 episodios: 15/02/14)
Contiene spoilers

En muchas ocasiones, una serie se viene abajo en su segunda temporada. Ya no tienes a tu favor el factor sorpresa y corres el riesgo de repetirte o cansar. House of cards quizá no se encontraba en esa situación porque el recorrido de sus protagonistas, Frank y Claire Underwood, aún tienen demasiado recorrido. Los espectadores no nos hemos cansado de sus intrigas y de sus retorcidas manipulaciones. No sé dónde leí que ponerte a favor de este matrimonio -creo que fue en Todoseries- es algo así como el síndrome de Estocolmo. Puede ser o puede simplemente tratarse de la mayor manipulación en la historia de la televisión, porque cuando Frank se dirige a nosotros, nos embauca de una manera inexplicable. Sí, ya sé que eres un cabrón sin piedad, pero te estás dirigiendo hacia mí, me estás haciendo partícipe de tus movimientos y me haces sentir especial. Yo también querría ser un Doug Stamper, un fiel lacayo agradecido por dejarme asistir a los prodigios de una mente retorcidamente brillante.

El primer episodio de la temporada es paradigmático, como había sido la primera escena de la primera temporada: asistimos durante todo el capítulo a una conclusión de lo acontecido en los trece capítulos anteriores y se nos golpea brutalmente contra el metro que llega a la estación. Todo vale, todo está permitido con tal de alcanzar tus objetivos. De aliado o incluso amante puedes pasar a víctima, ¿verdad, Zoe Barnes? Cuando Frank se aleja con esas gafas y ese sombrero parece que estás viendo al mismo demonio. Si antes quedaba la elegancia de su primer asesinato porque no había sangre en sus manos, ya no se puede decir eso.


Pero si digo que es paradigmático es sobre todo porque tarda casi tres cuartos de hora Kevin Spacey en dirigirnos a nosotros y cuando lo hace descubrimos que tiene toda la razón: le echábamos de menos: 
There is but one rule: Hunt or be hunted. Welcome back.
Le echábamos de menos y cómo no posicionarnos a su favor, por más que sea capaz de decir "hasta luego, Lucas" a Zoe de la peor manera y mandar a su novio a los calabozos acusándole de conspirador informático. Si hace falta cualquier otra víctima, aunque sea para hundirla de cualquier forma, seguiremos rindiéndonos ante su ingenio y su maestría, con tal de que nos siga haciendo partícipes de sus frases:
One heartbeat away from the presidency and not a single vote cast in my name. Democracy is so overrated.
Why does everything have to be a struggle? Can't some people just say yes for once?
Do you think I'm a hypocrite? Well, you should. I wouldn't disagree with you. The road to power is paved with hypocrisy. 
The only thing more satisfying than convincing someone to do what I want, is failing to persuade them on purpose. It's like a "do not enter" sign, it just begs you to walk though the door.
En esta segunda tanda de episodios, la trama tiene una mayor carga política, con juegos a menudo confusos entre Congreso y Senado, con triquiñuelas para conseguir votos y alianzas, con favores que siempre traen consecuencias, e incluso se dispara al entremezclar asuntos incluso bélicos con el Gobierno Chino. Sí, por momentos es bastante difícil enterarse y te pierde tanta maquinación, tanto cálculo y tanto tecnicismo, sobre todo porque con los Underwood siempre tienes la sensación de que están anticipando el siguiente movimiento con muchísima antelación (y eso que en esta ocasión no aparece el ajedrez, aunque no por eso dejo de pensar que Frank está detrás hasta de las amenazas terroristas en forma de polvo blanco o el tío al que cogen cerca de su residencia).

El protagonismo de Zoe es sustituido por el antagonismo de Raymond Tusk (soberbio Gerald McRaney), un multimillonario pretencioso y arrogante que queda retratado cuando le pide que se calle repetidamente a un pájaro y, como no le hace caso, abre la jaula y lo espachurra. La guerra desatada entre él y Frank es mayúscula y casi todos los que rodean a ambos personajes bailan a su son, por más que se trate del mismo presidente de los Estados Unidos. En ese sentido, el presidente Garrett Walker no es un oponente del mismo calibre y deja bastante que desear en comparación. Tampoco puede hacer mucho el empresario chino Xander Feng (Terry Chen), socio de Tusk hasta la intromisión de Frank. Mejor se defiende Remy Danton, aunque estar en un fuego cruzado entre estos dos colosos del dinero y del poder puede quemarle a cualquiera. A Meechum no le ha llegado la hora de salir escaldado, pero ese juego perverso y sexual que le lleva a un trío con los Underwood seguro que trae consecuencias. Qué decir si eres Freddy, un humilde dueño de un restaurante donde sirves costillas.

Claire al menos tiene un par de segundos de debilidad, cuando la esposa del presidente, la ingenua Tricia Walker, le dice por teléfono que es una buena persona. A ella, que ha jugado  con todos con su ley contra las violaciones en el ejército (impactante la entrevista en la que confiesa, sospecho que calculadoramente, que fue víctima de una violación), ya fuera su propio amante, puede que el amor de su vida, Adam, o ya alguien inspirada por dicha entrevista (no recuerdo su nombre). Francis ni eso, aunque está a punto de perder los estribos en un par de ocasiones, cuando se ve contra las cuerdas.

De los nuevos personajes, me quedo con la congresista Jackie Sharp (Molly Parker, me sonaría por haber aparecido en Dexter, aunque no la ubico ahora), la sustituta de Frank cuando es ascendido a Vicepresidente. Fría, dura, luchadora, no es una simple palmera que le baile el agua como Catherine Durant. Y si mantiene una relación con Remy, perfecto para no saber quién está jugando con quién, aunque parece que el principal perjudicado es él, no ella. 

El jefe de prensa, Seth Grayson (Derek Cecil, aparece en el segundo capítulo de Fringe, qué gracia al verlo) puede dar más juego, a no ser que le pase como a Connor, que fue casi visto y no visto, o como con Christina, que pensaba que tendría más vuelo; veremos lo que le espera a Rachel tras su justo conato de rebeldía ante el para mí despreciable Doug, y Gavin, el chiflado hacker del conejo, los cabos sueltos para la tercera temporada, imagino.  Por otra parte, Ayla Sayyad como heredera directa de Zoe no puede cubrir ese hueco dejado, por más que sea buena periodista.

La factura de la serie sigue siendo impecable (salvo la cagada de la escena en el estadio de béisbol, qué falso parecía el graderío), el guión es una máquina perfecta y los diálogos son demoledores, especialmente los de nuestro "amigo" Frank, que se despide mirándonos a los ojos y dando dos golpes rotundos y firmes en la mesa del despacho de la Casa Oval. Como no podía ser de otra manera. Hasta pronto, despreciable amigo.

Tormenta de espadas (Canción de hielo y fuego 3). George R. R. Martin. Gigamesh

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(1296 páginas. 19,95€. Año de edición: 2013)
Contiene spoilers (cito la serie)

Es difícil deslindar el territorio entre la serie de HBO y los libros de los cuales proviene, casi tan difícil como no declarar la maestría de ese autor con vestimenta estrafalaria y talento inusitado. Sólo con pensar en la cantidad de material para cuadrar líneas dinásticas, cronologías, espacios, parentescos y para evitar incongruencias estaríamos hablando de un número similar a las páginas de este monumental volumen, el más grueso hasta la fecha (928 páginas tenía Choque de reyes y 798 páginas Juego de tronos). Eso por una parte. Por otra, las casi tres mil páginas hasta la fecha conforman un universo tan carismático como reconocible, ese Westeros/Poniente del que casi podría establecerse una geografía tan real como la de nuestro propio mundo. Y qué decir de los personajes: cómo en la incontable galería de ellos se puede afinar tanto en cualquier aspecto (sus descripciones, forma de ser, de comportarse, la relación con su entorno, la coherencia interna...) y cómo cada uno de ellos, por más secundario que sea, queda definido y diferenciado. Resta, es cierto, aún lo más complicado, que es dar un desenlace apropiado a tan desproporcionado proyecto, pero aún faltan dos volúmenes (cuatro para mí aún) para pensar en ello y de momento no se puede sino disfrutar de la lección narrativa de George R. R. Martin.

Las líneas argumentales son muchas y variadas y por eso el autor avisa al principio sobre la cronología, que no puede "ser estrictamente secuencial" (como sí ocurre en la serie, en otro de sus muchos méritos). Leyendo el índice, observamos que los puntos de vista (POV, creo que lo llaman) más frecuentados son los de Arya (12 ocasiones o capítulos), Tyrion (11) y Jon (11). Serían, pues, los tres personajes fundamentales de este tercer volumen, sobre todo el último, Jon Snow, puesto que además Samwell tiene su propio POV (4, aunque el Prólogo también lo incluye, casi todas acompañando a Elí y su hijo, cruzándose una vez con Bran) y muchas veces, sobre todo hacia el final, coincide con el bastardo Stark. 

Las peripecias de Jon nos llevan desde su posición entre los Salvajes, al lado de Ygritte ("besada por el fuego", "You don't know nothing, Jon Snow", qué estupendo romance, qué final el suyo) hasta la vuelta a la Guardia Negra para resistir el asedio de las huestes de Mance Ryder, que reaparecerá al final cuando su amado enemigo Alliser Thorne manda a Jon a negociar con él, sabiendo que eso supondrá su muerte (nunca le dejará de considerar un cambiacapas, pese a que el Maestre Aemon confirma su versión  y su valía). Janos Slynt, recientemente llegado al Muro, se postula a ser el sucesor de Mormont como Lord Comandante, que es la disputa hacia el final en el Muro. Me surge una duda, por cierto: ¿se sabrá algún día lo que ocurrió con Benjen Stark? La otra duda sobre Jon, aunque proveniente de un POV de Arya, es saber si lo que le  cuentan acerca de su madre es cierto o no.

Tyrion de nuevo se convierte en los ojos de King's Landing/ Desembarco, que cede un poco el protagonismo a otros espacios, el ya citado del Muro (donde no sólo los Salvajes son un peligroso enemigo sino que también hay que contar con los Otros), y también más allá del Mar Angosto, con el avance (lento y por momentos farragoso) de Danaerys (6 POV), a la que le surgen dudas e inconvenientes, tanto en la liberación de esclavos como en la confianza de sus hombres (sir Jorah, sir Barristan, Daario Naharis). De momento solo puede confiar plenamente en Gusano Gris y su traductora Missandei. Sus dragones, por cierto, están menos crecidos que en la serie.

La llegada de Tywin Lannister al final del segundo volumen desemboca en una sucesión de muchos cambios, como la boda de Tyrion con Sansa o el cambio de rol de su hijo enano como Consejero de la Moneda. Los sucesos de la llamada Boda Púrpura (en este volumen aún no se menciona este nombre), con la muerte del rey Joffrey, desencadenan el juicio hacia Tyrion, condenado sin dudas por su hermana Cersei, y también dan lugar a uno de los hechos más espectaculares del libro, el duelo entre Oberyn Martell (la Víbora roja) y la Montaña. Tal y como se resuelve el final, habrá que ver cómo evoluciona la trama de Desembarco, imaginamos que de la mano (o el muñón) de Jaime (9 POV, podría ser el cuarto poder del libro, además de que la suya es una de las evoluciones más destacadas de momento).

La nómada Arya va cambiando casi a cada paso de compañeros: de la compañía de Pastel Caliente y Gendry pasa a la tutela obligada de Lord Beric Dondarrion, líder de la Hermandad sin Estandartes, donde Arya será testigo de una de las "resurrecciones" de este caballero por parte de Thoros de Myr (sacerdote de R'hllor como la sacerdotisa roja, Melisandre), para pasar a manos de Sandor Clegane, el Perro, al que abandonará para embarcarse hasta Braavos con el salvoconducto de Valar Morghulis y la moneda que Jaqen H'ghar le entregó. El crecimiento y endurecimiento de la niña lobo va a la par que las noticias de las muertes de su familia. La más cercana ocurre en los Gemelos, donde está a punto de asistir a la Boda Roja, en la que se consuma el final de su hermano Robb y de su madre Catelyn (7 POV). Esta matanza es el punto culminante del libro y no deja de impresionar la traición del repulsivo Walder Frey y el taimado Roose Bolton.

Los POV de Davos (6) nos ayudan a enfocar la situación de Stannis, que empieza a recuperarse de la derrota en Blackwater. Su recuperación es casi paralela a la de Davos, que se convierte en su mano y es el artífice de que Stannis se dirija hacia el Muro y salve a la Guardia de la Noche. Pese a que nos es mostrado con rectitud y honor, este personaje cae antipático y es comparado con el hierro, nada dúctil. Por más que Melisandre diga que es el heredero de Azor Ahai, héroe legendario que salvó a Poniente de los Otros hace más de 8000 años blandiendo la espada de fuego Dueña de Luz (algo de lo que Aemon tiene dudas), el carisma de este hombre solo se lo encuentra el pobre Davos.

Bran apenas cuenta con cuatro apariciones en su particular travesía y en Tormenta de espadas nos despedimos de él casi a la mitad del libro, en el encuentro con Sam, que ayuda al chico tullido y a sus acompañantes (Hodor, Jojen y Meera) a cruzar la Puerta Negra (episodio fantástico que no aparece en la serie), de modo que este viaje poco desarrollo tiene.

Más apariciones van para su hermana Sansa (un total de 7), y además es la que protagoniza el último episodio (aparte del sorprendente epílogo del que mejor no hay que hablar salvo para enunciar un OMG mayúsculo), en lo que para mi gusto es una decisión totalmente brillante del autor: Sansa, que ha pasado de la tutela de Cersei a la más benévola de Tyrion (que la salva del brutal encamamiento y respeta su virginidad), huye con sir Dontos, un pelele al servicio de quien mejor mueve los hilos en los Siete Reinos, Petyr Baelish. Bajo el nombre de Alayne Piedra para protegerla de Desembarco, es conducida hasta Nido de Águilas. Petyr se casa con la desequilibrada de Lysa, que confesará a Sansa todo lo que ha hecho por su amor, confesión que desentraña misterios sin resolver desde el primer tomo de la saga y que por tanto merecía un lugar destacado al final del volumen.

Diálogos, descripciones y acción son distribuidos de manera sabia para atraparte en una fascinante lectura que sí, es cierto, tiene su complejidad en la abundancia de casas, de tramas y de personajes, pero que apenas encuentra remansos de aburrimiento. No sólo porque te imbuye en este fantástico mundo, sino porque además esa fantasía de la que muchos reniegan va introduciéndose de forma paulatina y moderada. Todo acaba pareciendo posible en Poniente porque es un universo casi con tres dimensiones. Puedes saborear los platos que se especifican, oler los hedores que se mencionan y hasta tocar el relieve dibujado.

Los cambios con respecto a la serie son varios, aunque se respeta el espíritu de los libros en todo momento. De hecho, incluso la versión televisiva para mi gusto mejora ciertos aspectos, como la sociedad entre Brienne y Pod (inexistente a no ser que se produzca en el cuarto tomo), el encuentro de la propia Brienne con Arya (que no llega a quedarse a las puertas del Valle ni atruena la desdicha del Perro con sus risas al enterarse de que su tía ha muerto), que Davos aprenda a leer gracias a la hija de Stannis, los diálogos entre Twyn y Tyrion, así como las escenas entre este y Jaime, por no hablar de la rebelde revelación de Cersei acerca de su amor para con Jaime, así a bote pronto. No entiendo en absoluto a los fanáticos que no admiten variaciones a lo establecido en los libros si el resultado es más que notable teniendo en cuenta la dificultad de una adaptación para la tele.

En fin, que me lo he pasado en grande. 

Fringe. Temporada 1

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(FOX. 20 episodios: 10/09/2008 - 13/05/2009)
Hay determinadas series que por motivos más paranormales que los que presenta Fringe tardas en abordarlas, pese a que las tienes marcadas con una X e intuyes que te van a gustar. ¿Por qué ahora y no antes? Puedo contestar a por qué ahora, pero no a por qué antes, porque me encantaba Expediente X (le debe un montón) y la ciencia ficción me chifla, con lo que difícil lo tenía para que no me gustase y más delito tengo, por más que me escude en JJ Abrams y su tendencia a desencantar (por decir algo) con finales casi apócrifos a propuestas estupendas.

Fringe es la división del FBI que se ocupa de investigar casos extraños que parecen seguir un hilo conductor tras el que hay una mano oculta y que denominan bajo el nombre de "el patrón". La protagonista es Olivia Dunham (deslumbrante Anna Torv, el ingrediente que faltaba para engancharse), una agente abnegada y puntillosa que pierde en el primer episodio a su novio (aunque la relación supuestamente era secreta), John Scott (Mark Valley, parece ser que el actor revivió la historia y está casado con Anna Torv), y pierde la fe en él porque parece ser un espía al servicio de no se sabe quién.

Pese a que en un principio chocan, Philip Broyles (el siempre serio Lance Reddick: ¿no salía en Expediente X?) le otorga su máxima confianza, y a menudo auxilia a Olivia tanto con Nina Sharp (Blair Brown), la mano derecha de William Bell, el jefazo de Massive Dinamics, una multinacional de tecnología que casi siempre está detrás de los sucesos fantásticos que investiga Olivia), como con el insoportable Sanford Harris (Michael Gaston, pónganle algodones en los carrillos y le verán en The leftovers), un personaje cuyo inflamado final pocas veces hará menos justicia, aunque la resolución respecto a estos traidores, como lo fue el agente Mitchel Loeb, podría haber dado más de sí, algo similar a lo que ocurre con David Robert Jones (qué bien le sienta la pose de malo a Lane Price de Mad Men, y qué buen actor es Jared Harris).

De modo que Olivia recluta a unos ayudantes peculiares para que le ayuden a desentrañar los misterios: Walter Bishop (entrañable John Noble, pese a ser la versión 2.0 del doctor Frankenstein), a quien sacan de una institución mental en la que llevaba encerrado 17 años (había sido un adelantado de su época y sus experimentos resultaban un tanto peligrosos y peliagudos); y Peter Bishop (Joshua Jackson, que haga lo que haga no se quitará la etiqueta de Pacey), el hijo de Walter, también superdotado intelectual, aunque un tanto perdido por el mundo con negocios algo turbios. Los tres, junto a Charlie Francis (el ronco Kirk Acevedo), la versión mundana de un agente FBI, y Astrid Farnsworth (Jasika Nicole y su enhiesto peinado afro), que lo mismo vale para un roto como para un descosido y que sobrelleva muy bien que Walter siempre confunda su nombre, serán el equipo perfecto. Sin olvidar a la vaca, claro, siempre encuadrados en el laboratorio de Boston.

Olivia y cía descubren un manifiesto de ZFT, un grupo terrorista que parece estar detrás de sucesos tales como la aparición de un monstruo genéticamente alterado combinando varios animales, deja vùs que conectan con otra dimensión, virus que tapan los orificios de la cara,  pantallas de ordenador que atacan la mente y demás variantes. Siempre combinando lo procedimental (casi siempre los casos se resuelven en un episodio) con una trama más de fondo, la relacionada con el pasado de Walter y Olivia (que de niña en Jacksonville sufrió experimentos con una droga que agudiza la sensibilidad, el cortexiphan), elementos que quedan sin resolver como el calvo que suele aparecer en todas las escenas (el llamado Observador, Michael Cerveris, en un personaje mucho más atractivo que el fiscal Castro en The good wife) son los puntos más sugerentes y rara vez un episodio no queda lastrado por esa resolución por capítulo (un pin a los guionistas por no decaer en su exposición de horrores).

Quizá lo peor venga de la mano de Rachel, la hermana de Olivia, no por el mal papel de Ari Graynor (aunque tampoco destaque), sino por lo poquito que aporta y porque no nos hacía falta ver a una Olivia mundana y maternal (Rachel carga con mochuelo) para empatizar más con ella, y porque la relación que se medio establece con Peter parece un señuelo que pueda despistar poco de la que se pueda establecer entre él y Olivia.  

De todas formas, son males menores que se quedan en nada: las tramas enganchan, los personajes igual, el procedimental, aunque inverosímil y fantástico, es sugerente en cuanto a las posibilidades que se plantean, y además el capítulo final abre la puerta (literal) a una segunda temporada muy atractiva, con un par de interrogantes arrolladores: ¿qué significan las lágrimas de Walter frente a una lápida que reza como "Peter Bishop" (es de suponer que Peter, tras ponerse malo a los 7 años, fue sustituido por su versión alternativa del otro mundo)? Y William Bell encarnado por Leonard Nimoy. Es decir, ¡¡¡míster Spock!!! Y más allá de eso, entrando de lleno en la realidad alternativa de lleno. La segunda temporada pinta inmejorable, sí.

Cien años de soledad. Gabriel García Márquez. Cátedra (relectura)

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(560 páginas. 12,30€. Año de edición: 2014)
Un clásico suele tener virtudes tales como contar con un inicio que se puede recitar como el abecedario, momentos que forman parte de la memoria colectiva, un final que remate un conjunto de manera que el asesinato sea perfecto, unos personajes reconocibles y la incitación permanente a ser releído cuantas veces sean necesarias. Releer libros mágicos como este es como volver a visitar ciudades inagotables como Roma, Venecia o París, un placer al mismo tiempo que una "obligación" (gozosa, claro). A veces es cierto que eso de volver a pisar sobre la pisada previa da ciertos reparos porque los recuerdos de la primera lectura (en mi caso, durante la carrera, en la asignatura de Literatura Hispanoamericana, un deslumbramiento conocer a Cortázar, García Márquez, Borges...) son inmejorables y te asusta que al recaer en la lectura puedas perder ese halo con el que lo encontraste (y te encontraste) por primera vez.

En esa primera lectura, Cien años de soledad (CAS) me supuso una explosión de colorido, de imaginación y de fantasía.  Te decían "realismo mágico" y al identificarlo con este libro las palabras brillaban, eran un júbilo, una celebración. Con pocas novelas se puede emplear con tanta propiedad el calificativo de redonda como aquí. La estirpe de los Buendía será inolvidable las centurias que hagan falta, contradiciendo lo que se dice en el texto. Y es que siempre nos quedará Macondo, por más que parezca haber sucumbido a la voracidad de las hormigas rojas.

La segunda lectura, como no podía ser de otra forma, ha vuelto a depararme algo parecido, he vuelto a disfrutar de la exuberancia lingüística y de la facilidad expresiva del autor. Y es que yo creo que el inicio es más bien un salmo hipnótico que te embruja:
"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo".
El embrujo (similar al del Quijote) sigue unas líneas después, cuando lees que "el mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre" y es como si esas palabras hubieran existido siempre, parece imposible pensar en una fecha anterior a 1967 donde no estuvieran ya fijadas en el mundo. Pensar en un mundo sin CAS es difícil, qué orfandad. Es algo similar a pensar que este libro tuviera algún fragmento, alguna palabra, diferente a como la imprenta (y el talento de García Márquez, claro) fijó. Es como si el libro hubiera tenido esa forma desde siempre, no como si se hubiera construido palabra a palabra y destaco este fragmento que casi podría ser un resumen de todo:
De noche, abrazados en la cama, no los amedrentaban las explosiones sublunares de las hormigas, ni el fragor de las polillas, ni el silbido constante y nítido del crecimiento de la maleza en los cuartos vecinos. Muchas veces fueron despertados por el tráfago de los muertos. Oyeron a Úrsula peleando con las leyes de la creación para preservar la estirpe, y a José Arcadio Buendía buscando la verdad quimérica de los grandes inventos, y a Fernanda rezando, y al coronel Aureliano Buendía embruteciéndose con engaños de guerras y pescaditos de oro, y a Aureliano Segundo agonizando de soledad en el aturdimiento de las parrandas, y entonces aprendieron que las obsesiones dominantes prevalecen contra la muerte, y volvieron a ser felices con la certidumbre de que ellos seguirían amándose con sus naturalezas de aparecidos"
Con CAS, además, me imagino el proceso de su escritura (y me lo imagino ayudado por las varias menciones a pie de página en las notas de esta estupenda edición, cuyo prólogo es incluso necesario) con un Gabo sonriendo constantemente, disfrutando de ese universo que ya debía de estar configurado en su cabeza como si respirase de manera autónoma, pese a las líneas temporales y las confusas genealogías, pese a las equivalencias, las metáforas, las descripciones, pese al plan maestro de hacer recaer en una región imaginaria como Macondo el peso de todo el continente hispanoamericano a la par que servir como relato mítico del hombre. En fin, a pesar de toda la complejidad de la obra no me lo imagino más que dejándose llevar con deleite.

Por eso da igual perderse por las Úrsulas, los Aurelianos y José Arcadios. E incluso si no eres muy proclive a los delirios imaginativos, las sucesivas generaciones de personajes solitarios te van ganando con sus peculiaridades: los expansivos José Arcadio en contraposición con los taciturnos y huraños Aurelianos, por ejemplo. Siempre hay lugar para Remedios la Bella y su belleza e inocencia, impropias de este mundo; para Amaranta odiando a Rebeca y esperando y finalmente descartando a todos sus pretendientes; para Melquíades y su casi fundación de Macondo por ser el punto de partida de su relato, de su narración; para la estricta Fernanda, para el juerguista y glotón Aureliano Segundo, para la preciosa (aunque incestuosa) historia de amor entre AmarantaÚrsula y el último Aureliano... ("lo que más me duele -reía- es tanto tiempo que perdimos").

Del inicio me acordaba, claro, pero del final no tanto ("pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra") y la perfección del círculo dibujado después de recorrer los múltiples otros círculos contrapuestos en infinidad de espejos es maravillosa. No te puedes dejar de rendir ante el artificio del narrador sin contar esas prolepsis anticipando lo que luego se desarrollará con detalle, sino simplemente viendo cómo García Márquez se oculta detrás de la interpretación de los manuscritos escritos en sánscrito por parte de Melquíades.

Leer CAS es conseguir que Macondo nunca muera, pero también es como resucitar a Gabriel García Márquez, a quien se puede cometer la osadía de llamar por su apodo porque visitar sus palabras es como conocerle, como participar de esa sonrisa perenne mientras daba forma este libro. Siempre a cambio de que al terminar se le dé las gracias, claro está.

Estreno: The Knick

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(Cinemax. Estreno: 09/08/14)
Quién nos iba a decir que en agosto íbamos a encontrar una maravilla como esta. Por más que venía firmada por Soderbergh e incluía cara famosa, la de Clive Owen, no te terminas de esperar algo con tanta calidad. Calidad que se demuestra desde el segundo cero con ese plano de las botas (que tanto le han gustado al fetichista Asesino en serie) del protagonista, el doctor John W. Thackery, que sale de un burdel de Chinatown y se pincha en los dedos del pie cocaína para poder ir a trabajar al hospital Knick. Resulta que es un cirujano. Y que estamos en Nueva York. En 1900. Los carteles promocionales ahondan en ese sentido (aquí hay una recopilación de ellos), así como el lema: "La medicina moderna tuvo que empezar de alguna forma".

Asistimos a continuación a una operación oficiada por el doctor Jules M. Christenson (imponente Matt Frewer con esas barbas que se lava y esa calva y esa voz canónica) y auxiliada por Thackery frente a una bancada de doctores que observan y (es de suponer) aprenden. La estética del blanco fulgurante contrasta con la oscuridad de esos escaños. La estética, sí, resulta fundamental desde el principio, empezando por el inicial color rojo del prostíbulo que remite casi a una alucinación y acabando por el rojo de las salpicaduras de sangre que el escalpelo provoca en la mujer embarazada de ocho meses. No se ahorran ni una gota de truculencia y asistimos a las brutales intervenciones de unos cirujanos que aún están emparentados con los barberos más que con el prestigio de los doctores.

Entre el segundo cero y el disparo a quemarropa del doctor Jules, impotente por haber vuelto a fracasar (ni la madre ni el bebé sobreviven), tenemos la esencia de las pretensiones de The Knick, ayudados, sin duda, por esa música perturbadora y sugerente (leo en El antepenúltimo mohicano que de Cliff Martínez) que acompaña el camino en el coche tirado por caballos de Thackery. Y no, no significa esto que luego el capítulo decaiga. Simplemente nos han puesto en situación. Nos hacen ver que la factura es de alta calidad, con decorados y ambientaciones impresionantes, y luego nos abren el panorama para que veamos que no solo se trata de Clive Owen (a pesar de su discurso en la misa por Jules) y su problemático doctor Thackery. No. Tenemos muchos más frentes abiertos:

Por ejemplo, el tema del racismo. Si a nuestro putero y drogadicto protagonista le faltaba algo, es su nada disimulado racismo. Cuando, avalado por la filantrópica y adinerada familia Robertson, llega de Europa para ocupar el puesto de cirujano jefe adjunto (ahora que Thackery toma el lugar de su amigo Jules) el doctor Algernon Edwars (qué planta más estupenda la mostrada por André Holland, si tuviera poderes de brujo le adivinaría un futuro magnífico a este personaje, próximo a las nominaciones), cuya piel resulta que es de color negro, hace gala de él. Un hombre tan avanzado en la medicina y tan retrógrado en las ideas. Y lo peor es que le desprecia con tanta elegancia, que sólo podemos cagarnos en él mientras dura el desprecio. No por eso Algernon se queda. Su lucha por ser considerado uno más será uno de los puntos fuertes de la serie, como se puede ver en el segundo episodio, Mr. Paris shoes.

¿Qué más podemos encontrarnos en 1900 además de unas prácticas quirúrgicas retrógradas aunque en contante evolución y un problema de racismo exacerbado? ¿Corrupción, acaso? La tenemos en todas partes, aunque parece que será terreno propicio sobre todo para Herman Barrow (también estupendo Jeremy Bobb), el gerente del hospital, cuyos equilibrismos con las cuentas delimitan (si no traspasan) lo delictivo, como demostrará su propia muela arrancada de cuajo en el segundo episodio (si eres delicado y escrupuloso, desde luego que esta no es tu serie). O el inspector Jacob Speight (David Fierro parece sacado de El Padrino), que no duda en comerciar con los responsables del hospital en vez de velar por la higiene de la población neoyorquina. Por no hablar de las prácticas mafiosas de los conductores de ambulancia peleando por conseguir "clientes", a poder ser adinerados. Tom Cleary (la mole de Chris Sullivan) se lleva la palma en ese sentido, con otro personaje que puede dar mucho juego, y no sólo por las pullas que se entrecruza con la mordaz (y poco ortodoxa a tenor del aborto que lleva a cabo) hermana Harriet (Cara Seymour).

Llevo ya unos cuantos nombres y aún me falta por hablar de las intrigas del propio hospital. Tenemos al doctor Everett Gallinger (Eric Johnson), que no ha sido ascendido como Thackery había propuesto al aparecer Edwards; o el afable y enrollado residente Bertie Chickering Jr (Michael Angarano); de momento como mosquita muerta pero quién sabe si no una futura redentora para Thackery, tenemos a la enfermera Lucy Elkins (no le hace justicia el atuendo victoriano de la época a Eve Hewson), que tendrá que encontrarse con el doctor en una situación lamentable y a quien tendrá que buscarle una vena para inyectarle cocaína en..., en..., en serio, ¡ahí!, en ese sitio con venas donde parece inconcebible ser pinchado. O la adinerada y parece que bondadosa Cornelia Robertson (Juliet Rylance o cuántas horas pasará en la peluquería para que le hagan esos recogidos), cuyo padre delega en ella al considerarla preparada para dirigir el hospital.

Suficientes elementos como para ganarse el 8,7 de IMDb y como para figurar en las agendas de cualquier seriéfilo que se precie. Pocos tabúes, operaciones sanguinarias, un ritmo más que efectivo y por todo lo dicho anteriormente se merece esa nota y mucho más. Y además me libra de tener que recomendar The Leftovers como el estreno veraniego de 2014 que más merece la pena (que lo merece, pero anda que no se las trae).


Estreno: Legends

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(TNT. Estreno: 14/08/14)
El regreso de Sean Bean (Ned Stark) llega de la mano de Legends, título que se refiere a las "leyendas" o tapaderas que utiliza el servicio de inteligencia para infiltrar a algún agente en operaciones encubiertas. Las señas de identidad que de momento han exhibido, aparte del talento interpretativo del bueno de Ned, que se come casi el 80% de lo que ocurre en pantalla con su facilidad para meterse en el papel del personaje que le toca construir, son un ritmo alto y entretenimiento aun a costa de reiterar varios clichés que se precien en toda serie de acción.

La noticia (ojo: spoiler :p...), pues, es que Sean Bean sobrevive al piloto, como se han encargado de apuntar jocosamente en Internet. Interpreta a Martin Odus, que probablemente sea el mejor agente encubierto que haya tenido nunca creo que el FBI (uno se lía con tanta agencia), quizás por esa capacidad de adaptarse camaleonicamente al personaje que se inventa para resultar creíble dentro de la organización que corresponda. Uno de los puntos que menos me han gustado, de hecho, parten de cuando Martin se saca de la manga un conjunto de tópicos lacrimógenos (hombre que lo ha perdido todo por la crisis, incluyendo a su hija discapacitada, con un cáncer terminal...) que no sé cómo puede colarse nadie...

En este caso, partimos con Martin dentro de un grupo terrorista que trata de rebelarse contra el poder establecido de una forma violentamente anarquista. Habrá que ver si vamos pasando de misión en misión (pese a que no sería muy creíble porque inventarse identidades, por más que nos enseñen a cerebritos informáticos que falsean cualquier información, no es cuestión de horas, sino que requerirá de mucho más tiempo, digo yo) o si simplemente la trama se centrará en lo que el misterioso hombre de la capucha (qué manera más sutil de tratar de pasar desapercibido...) le dice poco antes de ser asesinado: no eres quien crees ser y no puedes confiar en nadie (la frase me suena, al menos la he oído en Extant así a bote pronto).

El piloto ha girado en torno a Odus y el resto de personajes ha quedado más desdibujado. La siguiente en importancia es Crystal Quest (Ali Larter), compañera de Martin, con quien tuvo un affaire y que le guarda bastante rencor en un principio aunque pronto se le pasa y decide apoyar al que parece ser su subordinado en la operación logística. El momento de hacerse pasar por streapper, más allá de la broma que le gasta Martin para que siga contoneándose encima de él, ha sido bastante forzado y apunta el peligro que le veo a la serie: corre el riesgo de no creérsela ni su guionista. Cuando los terroristas le perdonan la vida al aparecer en una especie de parking en bata (¿¿¿???) no se lo cree nadie. "Prométeme que no le vas a contar a nadie esto", le dice el malo. "Palabra de niña buena", le contesta la rubia. "Bueno, venga, vete, anda, que eres la coprotagonista y estás muy buena como para que te matemos en el piloto".

Deja dudas el resto del reparto y su función en la serie: Sonya Odum (Amber Valletta), la ex de Martin, pasa sin pena ni gloria y el hijo es otro rostro infantil más (además de que debería estar prohibida la frase de "te compensaré" ante el enésimo incumplimiento de palabra paterna) y apuntan a algo visto en reiteradas ocasiones; el jefazo, Nelson Gates (Steve Harris), es probablemente el tipo más insulso y plano y con menos carisma de la historia de todas las organizaciones de inteligencia; y Maggie Harris (Tina Majorino), aunque enrollada con Martin casi desde el principio, tampoco dice mucho. Es, sin duda, el componente más flojo de la propuesta de TNT junto con que se le ven las costuras a la serie y apunta a bastante previsible dentro de los giros que empiecen a darse.

No obstante, ha resultado un buen piloto pese a todos los defectos que le he sacado. No creo que aspire al reconocimiento de la crítica en ningún momento, pero dudo de que vaya a jugar a eso. Ofrecerá acción e intriga, ingredientes que pueden ser suficientes si no buscas más allá.


Los hijos de Anansi. Neil Gaiman. Rocabolsillo

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(384 páginas. 8,95€. Año de edición: 2008)
Quizá la mayor pega que le puedo poner a este libro es haber leído antes El océano al final del camino. Aunque injusto e ilógico, es inevitable comparar, y claro, lo que el otro libro para mí se ha convertido en uno de mis libros favoritos, este otro en cambio no deja de ser una fábula bien intencionada, más extensa que El océano, pero sin ese inagotable encanto o ese poso tan estupendo que te deja. Pero lo mejor será que deje de establecer referencias, aunque para empezar hay que hablar de algo que tienen en común: el componente fantástico. En seguida vemos que se entrelazan con naturalidad los elementos realistas (la vida londinense de un trabajador cualquiera, una pareja normal y corriente...) con aspectos que empiezan a conformar la mitología de Gaiman, ya que acostumbra a entremezclar a seres humanos con, en este caso, dioses.

Charles Nancy, más conocido por el apodo de Gordo Charlie, es un contable gris en la Agencia Grahame Coats e incluso su compromiso con Rosie es bastante tibio, como indica la voluntad de Rosie de ir virgen al altar. Encima, la señora Noah, la madre de Rosie, está encaminada a ser la "perfecta" suegra, como demuestra entrometiéndose en los preparativos de la boda. Por este motivo, Gordo Charlie llama a Florida, a Callyane Higgler, su vecina de entonces, para ponerse en contacto con su padre, a quien lleva sin ver desde hace bastantes años sobre todo por una razón: su padre siempre le avergonzaba. Esta mujer le referirá la noticia de que su padre ha muerto.

A partir de este hecho, se desencadenarán los acontecimientos, pronto revestidos de la categoría de sorprendentes. Y es que le es revelado que su padre era un dios: Anansi, el dios Araña, el dios africano de las bromas. Pronto se nos intercalarán algunos de los relatos (o canciones, se juega con este concepto desde el inicio: "Esta historia comienza, como casi todas las cosas, con una canción". "Lo importante de las canciones es que son como los cuentos. No significan nada a menos que haya gente que las escuche") protagonizados por él. Y pronto también descubre que tiene un hermano, Araña, que pone patas arribas el mundo de este hombre inseguro, tímido, patoso y conformista. Y que tiene terror escénico, pese a que le gusta mucho cantar. Araña, en cambio, es casi su opuesto: su actitud desenfadada y confiada es un imán para las mujeres y domina cualquier situación. Claro que tener poderes de un dios ayuda a tanta seguridad en sí mismo.

El problema viene cuando Araña se entromete y se hace pasar por Gordo Charlie para ayudarle a superar una tremenda resaca que le lleva a despertar al lado de una chica muy guapa a quien no conoce, Daisy. Ocupa su lugar de trabajo y amenaza a su jefe, la comadreja de Grahame Coats, el personaje más oscuro junto con el enemigo de Anansi, el Tigre. Pero lo peor es que se hace pasar por él también con Rosie, y se enamora de ella.

No hay retratos demasiados complicados ni una trama más allá de la que empuja a Gordo Charlie a querer deshacerse de su travieso hermano, que no se quiere ir pese a que habitualmente su filosofía era ir de un lado a otro en busca de diversión, sin más. Se pone de nuevo en contacto con la señora Higgler, que reúne a sus amigas, una especie de aquelarre formado por la anciana señora Dunwiddy (de 104 años), Zorah Bustamonte y Bella Noles. Remiten un poco a las Hempstock, pero ni punto de comparación. Solo las dos primeras son algo relevantes.

A medida que transcurre el relato, se alternan varios puntos de vista: no sólo los hijos de Anansi, sino también el de Rosie y su madre, el de Daisy (que resulta ser una policía), el de Coats, e incluso el de Maeve Livingstone, una cliente a la que Grahame Coats viene robando desde que vivía su marido y comediante Morris.

Se alternan escenarios reales con otros fantásticos, como el Origen del Mundo, donde Charlie es transportado por las brujas para quitarse de en medio a Araña, y donde pactará con la Mujer Pájaro su marcha. Tendremos un asesinato y la presencia de una duppy (Maeve, pese a que nunca había creído en fantasmas, se convierte en uno, y quiere vengarse de Grahame), y al final todo confluye en la caribeña isla de Saint Andrews.

El tono es ligero y desenfadado y no se toma muy en serio a sí mismo. Si te gustan las moralejas, puedes entresacar una, por ejemplo que es fundamental tener autoestima si quieres derrochar seguridad. Está todo bien entretejido y cumple la función de entretener y el talento de Gaiman se nota en que cuando te quieres dar cuenta te has leído casi trescientas páginas de golpe. Cumple la máxima que se explica en el libro: 
"Los cuentos son como las arañas, tienen largas patas, y como las telarañas, que enredan a los hombres pero resultan preciosas (...) y, del mismo modo que los hilos de una telaraña, están todos conectados uno a uno". 
También se nota en cómo consigue reconciliar los planos reales y fantásticos sin chirriar: 
"¿Qué decís? ¿Queréis saber si Anansi tenía el aspecto de una araña? Pues claro que sí, excepto cuando tenía el aspecto de un hombre. No, nunca cambiaba de forma. La cosa depende sólo de cómo cuentes el cuento. Eso es todo".
Y, por supuesto, en cómo cierra la historia, retomando elementos del principio como las sirenas, el sombrero verde y las propias canciones. Así que lo mismo se convierte en tu libro favorito, si te descuidas porque cada persona tiene un gusto diferente y lo que para mí es El océano para ti lo es Los hijos de Anansi...



True Blood. Temporada 7 y final

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(HBO. Temporada 7: 23/06/2014 - 25/08/2014)
Poniéndonos en situación, cuando True Blood apareció, allá por 2008, con esa sintonía tan efectiva de  Jace Everett (lo único bueno que se ha mantenido a lo largo del tiempo), estábamos bajo la horda de la ñoñería sin par de Crepúsculo y sus vampiros adolescentes tipo estrellas de cine tocados por el halo de un superpoder y una superhistoria amorosa imposible con Bella. Así, pues, la propuesta de Charlaine Harris llegaba en el mejor momento desmitificando esa nueva visión del vampirismo. Gracias a la sangre sintética de True Blood, los vampiros habían salido del armario y se entremezclaban con los seres humanos. Y vale, luego la cosa chirriaba un poco con el amor de la entonces telépata Sookie Stackhouse y el misterioso vampiro Bill Compton. Pero bueno, el cóctel de sangre y sexo aún tenía un sentido. Teníamos el contraste con Eric Norman y con Pam De Beaufort.

Hasta que cualquiera se enrollaba con cualquiera y no había pies ni cabeza en esas subtramas absurdas y empezaron a poblar el pueblecito de Bon Temps de Cambiaformas, Hombres Lobo, brujas, Hadas... Abandoné cuando Sookie empezó a brillar y descubrió que era un hada, de hecho. Varias temporadas he estado lejos de la serie y los veranos no se han resentido por ello. Pero había que ver cómo acababa este desmadre, así que me reenganché. Un "previously" casi innecesario después veo que los vampiros sufren una enfermedad que creó, entre otros, la cabeza hueca de Sarah Newlin (vaya papelón el de Anna Camp...). Y Eric está infectado.

Una horda de vampiros con la enfermedad ataca Bon Temps para alargar su supervivencia, pero pronto esta línea argumental dejará de tener relevancia, pese a que provoca la muerte de Tara (que ahora era vampiresa) y de Alcide, que era el novio de Sookie, pese a que ella no estaba enamorada de él (quizá por eso cae en el olvido casi desde que acaba su funeral). Parecía que no iba a sobrevivir ni el tato. Cae incluso Maxine, la insufrible madre de Hoyt (a quien le han hipnotizado y borrado los recuerdos en relación con Jessica y Jason) y secuestran a unos cuantos. 

Pero una vez que el secuestro de Arlene (ay, Elsbeth Tascioni, pobre Carrie Preston), Holly (mujer del que era el mayor patán de la serie, Andy Bellefleur, ahora revestido de un poco más de dignidad) y Nicole, la mujer de Sam (y además, embarazada) se solventa, ayudados por Eric y Pam (después de que esta le encuentra en Francia), el centro de atención gira en torno a la caza de Sarah y la cura de la hepatitis V. Se descubre que el antídoto es la propia rubia y aparece la Yakuza de por medio, con el creador de True Blood al mando. Menos mal que Eric y Pam se disfrazan de republicanos en una convención de ídems...

Eso sí, tampoco es lo principal de la última temporada porque predominan los focos sentimentales para darle una conclusión a los giros de los múltiples personajes, la mayor parte de ellos sin demasiado interés. Sam (que ahora no regentaba el bar, sino que era alcalde) y su mujer dejan Bon Temps (y una profunda carta a Sookie es su despedida), Hoyt reaparece en el pueblo para el funeral de su madre y aunque lo hace de la mano de Brigette (Ashley Hinsahw, aparte de guapísima, es la única rubia no tonta de la serie), se acaba reenamorando de Jessica (pese a que esta se acababa de acostar con Jason, después de la traumática ruptura con su novio vampiro James, a quien pilla fornicando con Lafayette, otro que tal baila)... 

Esta es la tónica de la serie, un intercambio casi orgiástico de relaciones... Se dice casi siempre que uno de los méritos de True Blood es que no se toma en serio a sí misma, pero cómo hacerlo si la novia vampiresa (o ama) de Jason, Violet, en venganza por el polvo de Jason con Jessica, secuestra a la hija de Andy (hada, para más señas, la única que sobrevivió a un ataque de hambre de la pelirroja) y al hijo de Holly, que se quieren alocadamente. Por poner otro ejemplo. O el de los flashbacks que intentan explicar cómo era Bill antes de ser vampiro o los inicios de Eric y Pam. Pegotes mal adheridos.

Cómo acaba la serie es lo de menos, la credibilidad no se encuentra por ninguna parte y solo un fan muy cegado puede estar conforme. Como se venía apuntando unos capítulos atrás, cuando Bill resulta estar infectado y se niega a beber del antídoto porque así se siente más humano, lo que importa es dar un cierre al componente sentimental, cuando este componente hacía varias temporadas que había saltado por los aires porque cualquiera podía acabar follándose a cualquiera. Pero casi mejor así, porque cuando intentan resolver otros "misterios" como las apariciones de Tara a su madre Lettie Mae resultan un bluff tal que hace que nos replanteemos que el oficio de guionista tenga sentido. 

Así que después de una incontable ingesta (indigesta) de abrazos de despedida y de una precipitada boda entre Jessica y Hoyt para contentar la vena paternalista de Bill, acabamos  con un salto en el tiempo de unos años en el que vemos a Eric y Pam en un anuncio de la tele explotando ellos solitos el filón de Sarah por la tele. Y acabamos en una reunión familiar con toda la peña que ha sobrevivido y donde vemos a Jason rodeado de niños rubios que le ha dado Brigette (y le presuponemos además libre de ese imán mortífero para con las mujeres que le hacía ser tan promiscuo) y a Sookie embarazada de la silueta de un tío al que solo nos muestran de refilón.

(No he puesto la alerta de Contiene spoilers porque a estas alturas, ¿a alguien le importa?)

Fargo

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(FX. Temporada 1. 16/04/2014 - 18/06/2014)
Suele ser difícil "trasplantar" una obra de arte de una disciplina a otra; contados deben de ser los casos. La película Fargo, de los hermanos Coen, pasa por ser una de sus obras maestras, de modo que la noticia de la realización de la serie se podía tomar con cierto escepticismo. Hasta que llegas a ese magnífico episodio 1, The crocodile`s dilema, y se te resuelven las dudas de un plumazo: la serie está muy bien hecha, los personajes son una maravilla y se cuidan los detalles al máximo. Sólo hace faltan tres letreros anunciando que lo narrado está basado en la realidad y las cinco letras de esta ficción para entrar en situación (la música también ayuda). Felicitaciones, pues, a Noah Hawley. Da miedo pensar en una segunda temporada y espero que sea tipo True Detective, con personajes independientes, porque lo que se nos ha contado aquí ha quedado muy bien cerrado, pero Hawley tiene el crédito suficiente para intentar lo que le dé la gana.

¿Qué se nos cuenta? Un triste vendedor de seguros, Lester Nygaard (magistral Martin Freeman), podría ser la definición perfecta del perdedor: malvive en su trabajo, es un cobarde, su esposa apenas le respeta... Se encuentra con Sam Hess, que le hizo la vida imposible en el instituto, acompañado de sus dos hijos, y se rompe la nariz impulsado por el miedo. En el hospital, coincide (las coincidencias son uno de los motores o lemas de la acción) con Lorne Malvo (qué decir de Billy Bob Thorton), un asesino a sueldo que acaba de tener un accidente al cruzársele un alce cuando llevaba en su maletero a un tipo en calzones; al enterarse de lo que le ha pasado, le propone asesinar a su matón. Y de hecho, lo lleva a cabo. Aunque al principio Lester se horroriza, en el fondo supone para él un revulsivo. De hecho, ante la enésima regañina de su esposa, este se harta y la asesina con un martillo. Luego llama a Lorne que le ayude, pero justo en ese momento aparece el jefe de policía, Vern, cuya esposa está embarazada. Lorne se lo carga. 

Lester consigue que su antiguo compañero de instituto, Bill (los mismos parabienes para Bob Odenkirk, ¡better call Saul!), crea su versión, amparado sobre todo en esa visión lamentable que tiene todo el mundo de él, a pesar de que Molly Solverson (genial también Allison Tolman), la ayudante del jefe, la única policía con dos dedos de frente en el departamento de Bemidji (Minnesota), no termina de creerse su versión y ve que hay muchos cabos sueltos, sobre todo porque está segura de que Lester ha entrado en contacto con un desconocido que podría estar contratado por el hombre de los seguros.

A este planteamiento que podría hallar ecos con Extraños en un tren o Un crimen perfecto, hay que añadirle esa ambientación invernal de un pueblecito tranquilo y perdido de Minnesota, y esa mezcla tan curiosa entre tragedia y dosis de humor. Por ejemplo, Lorne Malvo, que podría inspirar un terror tremendo (similar al de Anton Chigurh en No es país para viejos, llevada al cine por los Coen, productores ejecutivos de la serie), como el que le produce a Gus Grimly (Colin Hanks, también estupendo) cuando se lo encuentra en un control policial, termina por resultar hasta curioso, entre ese flequillo y esa tendencia suya a ser un cabronazo sólo por ese gusto por ser malévolo (como cuando asusta a los hijos del hombre que ha comprado la casa de Lester).

La resolución del intrincado caso y la intriga policial se juntan con la evolución de los personajes (la palma se la lleva Lester, que me ha recordado un montón a Walter White, aunque en este  caso el envilecimiento no tiene otra justificación que el egoísmo) y las ramificaciones que van tomando las diversas acciones de todos. El planteamiento es brillante, pero el desarrollo tiene momentos sublimes, como cuando el agente exterminador de Lorne va en busca de venganza por el intento de acabar con él por parte de un grupo mafioso que estaba relacionado con Sam y se carga a 22 personas. Apenas lo oímos porque se nos pone enfrente el muro del edificio donde ocurren los hechos (hechos que el par de agentes del FBI casi ni se enteran hasta que un tío cae por la ventana). Detalles como este, como el de la lavadora del sótano de Lester (un capítulo empieza por la fabricación de la lavadora), como algunos inicios (como el flashback de Milos), como la escena de la nieve y la persecución de Molly y el tiro que recibe por error de Gus, o la lluvia de truchas, o la ejecución por parte de la policía al monitor de gimnasio bronceado de Gina, la mujer de Sam (otro de los momentazos, cuando Lester se la pule por detrás), o los acertijos que se cuentan (como el del zorro, el conejo y la col, o el del color verde), conforman un todo que se cierra de una forma estupenda.

Por ejemplo, el salto de un año en el capítulo 8 me parece perfecto, con la continuidad de una llamada telefónica entre Gus y Molly. Un barrido de  cámara y vemos que Gus ha dejado de ser poli para pasar a ser cartero, a Molly embarazada y siendo llamada mamá por la hija de Gus, Greta (Joey King, que tiene el mérito de que incluso una niña en una serie no resulte cargante). El caso había quedado "resuelto" gracias a la maniobra del hospital de Lester, que consigue endosar el asesinato a su hermano Chaz (que se lo había ganado a pulso por repulsivo y amante de las armas).

¿Qué es de Lester? Se ha vuelto a casar, con su compañera Linda (qué triste sino el suyo, ser engañada por este manipulador que tiene las santas narices -rotas en el episodio 1 y en el 10- de ponerle su abrigo naranja para cerciorarse de que Lorne está detrás de él), y está siendo homenajeado en Las Vegas al haber sido el vendedor de seguros del 2007. Su peinado y su look han mejorado, todo gracias al a confianza en sí mismo que ya se había esbozado desde aquella sonrisa que finalizaba uno de los capítulos centrales. Todo podría haber quedado ahí, pero resulta que (oh, casualidades) reconoce a Lorne Malvo, pese al radical cambio de aspecto del asesino, que ahora luce un cabello gris bien recortado y unos modales mucho más sociales. La escena del ascensor es impagable...

Añadamos a todo lo anterior que los secundarios contribuyen a redondear esta obra maestra: el sobrio Lou Solverson (Keith Carradine), el padre de Molly, ex policía y ahora regentando un bar; la hilarante pareja de asesinos a sueldo que van tras el asesino de Sam, uno el compañero de piso loco de Chandler en Friends (Adam Golberg) y otro un sordo (qué risas con su peculiar lenguaje de señas); la extraña pareja de agentes del FBI, Pepper y Budge (que aportan la reflexión metafísica de que todo lo que ocurre es un sueño); o el magnate de los supermercados, Stavros Milos (Oliver Platt, necesitaba quitarme de encima su imagen en The big C), cuya resolución, por cierto, queda un poco desdibujada porque esconde el millón de dólares y Lorne no se acerca a reclamarlo...

Diez episodios en los que apenas sobra nada, salvo una genialidad en casi todos los sentidos. Altamente recomendable y disfrutable. 



El libro de los portales. Laura Gallego. Minotauro

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(496 páginas. 14,95€. Año de edición: 2013)
El principal mérito de Laura Gallego es su capacidad para crear mundos imaginarios, algo no muy al alcance de muchos. El valle de los lobos, Idhún, ahora Darusia, un país en el que se puede viajar por el espacio a través de portales pintados por los maeses de la Academia de los Portales... No se trata de dar tres o cuatro pinceladas para que nos convenzamos de que estamos inmersos en una fantasía, sino de conformar un todo cerrado y plausible que te haga transportarte allí y creer que existe ese lugar (es interesante, por tanto, leer las propias palabras de la autora al respecto en sus curiosidades). Este libro, pues, cumple con el cometido de ser un portal por el que viajar con la imaginación y ya sólo por eso merece la pena.

Las casi quinientas páginas se leen con mucha facilidad y en un libro de fantasía para qué queremos más. Es verdad que la trama tarda bastante en arrancar, pero con tantos personajes había que contextualizar a cada uno de ellos, además de explicar la ciencia de los portales y el funcionamiento de esa Academia. Le podríamos pedir un mayor desarrollo psicológico a los secundarios para hablar de una novela redonda, tal vez, pero a cambio te encuentras con 'bodarita' (el mineral sobre el que los pintores elaboran sus portales) azul que te lleva a viajes temporales (e incluso viajes dimensionales, a través del violeta que resulta de mezclar el rojo habitual para los viajes espaciales con el azul).

A pesar de que el prólogo arranca en las minas de bodarita y se nos presenta a Tash, que esconde el secreto de que en realidad se trata de Tashia, algo que oculta su padre porque en las minas solo pueden trabajar hombres, el protagonista es el estudiante de último curso Tabit, que se dirige a la remota región de Uskia para dibujar un portal para una humilde familia de campesinos encabezada por el orgulloso Yunek, que pretende un mejor futuro para su hermana Yania y por eso ha ahorrado desde hace años. Sin embargo, el proyecto se ve frustrado cuando a la mitad por razones no muy claras.

Al mismo tiempo, en la Academia, uno de los profesores más brillantes (y excéntricos), el maese Belban, busca ayudante para un proyecto suyo. Tabit sueña con el puesto, pero se lo dan a Caliandra, estudiante que está en las antípodas de Tabit, puesto que mientras que uno es concienzudo, trabajador y puntilloso (un empollón, vaya), la otra es brillante e intuitiva, pero menos comprometida con el trabajo, entre otras cosas por su acomodada situación familiar (aunque su padre reniegue un poco de ella). Cuando desaparece Belban, pronto descubrirán que la escasez de bodarita y la presencia de una misteriosa leyenda en torno al Invisible estarán entrelazadas.

El narrador omnisciente se centra a lo largo de los catorce capítulos (que siempre incluyen, aparte de un título, algunas anotaciones en letra pequeña de documentos darusianos) en torno fundamentalmente de esta pareja de estudiantes que en principio son rivales y completamente distintos. Apenas evolucionan en ese sentido, porque el enamoramiento de Tabit hacia Cali no se puede considerar tal cosa; y los sentimientos de Caliandra pasan atropellada y precipitadamente de Yunek a Tabit, previo amorío con otro estudiante del que no se nos cuenta nada hasta casi el final, pese a que es relevante. Tash, Yunek y Rodak (el que iba a ser el guardián de la Puerta de Serena, ciudad costera, hasta que roban dicho portal) serían los otros tres focos de atención, pero sus retratos están menos conseguidos. Rodak, por ejemplo, queda casi como mera anécdota cuando se descubren sus preferencias homosexuales (algo que por lo visto ha originado una estúpida polémica con una librería del Opus). Y si tuviéramos que hablar de los otros amigos de Tabit, que al principio inician las pesquisas, Unven y Relia, pronto quedan relegados.

Tampoco los diversos profesores están bien diferenciados y se puede leer como que el adolescente depende de sí mismo porque el adulto está en otro ámbito (quitando a Belban). Por lo visto, la publicación en Minotauro está destinada a llegar a un público más allá de la literatura juvenil, pero estos aspectos dificultan ese paso, además de que ciertos acontecimientos están demasiado marcados, como si hubiera detrás un guión preestablecido que Laura Gallego sigue, dificultando la verosimilitud de determinadas acciones. Por más que se nos explique detalladamente el pasado de casi todos los protagonistas no quiere decir que rechine y cueste creérselo (como el del propio Tabit, hecho a sí mismo).

En cuanto a si podría ser una novela recomendable para mandarla en clase (entre otras razones, porque los giros enganchan, los viajes temporales son un punto a favor y además queda implícita la idea de que la honradez es fundamental), la extensión y que haya tantos personajes juegan en su contra, aunque Laura Gallego suele contar con gran fervor (algunos también la rechazan de plano: en lasmalashierbasnuncamueren hay una crítica bastante divertida en ese sentido) por parte de nuestros alumnos y este libro podría encantarles. Como lectura obligatoria, pues, difícil, pero como recomendación o lectura opcional, una apuesta casi segura.

Inside nº. 9

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(BBC. 6 episodios: 06/02/14 - 13/03/14)
De curiosa habría que  calificar esta serie que para mí no pasa a ser más que un experimento no muy conseguido del todo en que cada episodio cuenta una historia que transcurre en un número 9 de diferentes viviendas. Historias independientes con dos actores camaleónicos ejerciendo de hilo de unión, Reece Shearsmith (Stu en Sardines, como  amante atolondrado y frívolo del hermano de Rebecca, la que se va a casar, que es ni más ni menos que Jen, The IT Crowd, Katherine Person; Ray en A quiet night in, como uno de los ladrones en busca del cuadro de arte moderno; Tom en Tom & Gerri, como el profesor que acoge al mendigo; Jim en The understudy, como el actor sustituto; y Hector en The harrowing, como el hermano pálido de Tabitha) y Steve Pemberton (Carl en Sardines, hermano gay de Rebecca; Eddie en A quiet night in, el ladrón torpe y tontorrón; Migg en Tom & Gerri, como el mendigo que te pone de los nervios; Graham en Last gasp, como padre de la niña inválida a la que un famoso le va a dar una sorpresa; y Tony en The understudy, como el actor principal que luego será sustituido tras un "accidente"). No siempre como protagonistas, pero sí en 5 de los 6 capítulos de la temporada, pues.

Un poco en la línea de las actuales Black mirror o Dates, pero sin el componente tecnológico de la primera o el romántico de la segunda, en principio con la comicidad por bandera, aunque luego hay episodios más serios como Tom & Gerry u otros que proponen una revisión gótica o de terror como The harrowing. Por ello para mi gusto sale perdiendo en comparación con estas dos, no hay ninguna trama redonda y no aporta nada nuevo porque series con historias independientes han existido desde hace mucho.

Y si sale perdiendo no es porque la idea no sea interesante, sino porque depende de cada capítulo en sí, y a medida que transcurre la temporada, va perdiendo fuerza. Los dos primeros (Sardines y A quiet night in) son muy divertidos, el segundo con una propuesta cercana al cine mudo y ambos con un final bastante sorpresivo; el tercero (Tom & Gerri) me parece más tópico con la visión de un depresivo que se inventa una realidad y en todo momento resulta demasiado forzado (además de que Migg me pone de los nervios, menos mal que compensa Gemma Arterton pese a su papel no demasiado lucido); el cuarto (Last gasp) retoma la senda  y en esa mezcla de costumbrismo y humor ácido te deja buen sabor de boca aunque no termina de romper como podría; y los dos últimos (The understudy,  The harrowing) decaen bastante, con unas tramas muy manidas y sin finales que terminen de rematar el conjunto.

Al durar media hora son muy llevaderos y ayuda que sean seis capítulos. La mordacidad británica está casi siempre presente y en general entretienen y seguro que cada espectador tiene sus propios gustos a la hora de valorar cada episodio. Al desarrollarse la acción en interiores, casi tenemos la sensación de que son obras dramáticas. Muy teatrales. Poco o casi nulo cambio de escenario, actores reducidos, predominio de los diálogos (algunos cerca del teatro del absurdo) y de las situaciones que derivan de planteamientos más o menos interesantes o curiosos:

Un juego de una familia aristocrática lleva a un montón de gente variopinta dentro de un armario, dando lugar a momentos muy divertidos (Sardines); un robo de un cuadro a un señor mayor de clase acomodada, en el que el aliciente es ver a Oona Chaplin como travesti (A quiet night in); un profesor de primaria con aspiraciones de ser escritor que acoge a un mendigo que le va comiendo la tostada con sus manipulaciones (Tom & Gerri); un cantante famoso va a dar una sorpresa a una niñita enferma que muere soplando un globo (Last gasp); una pareja de actores sustitutos que, sobre todo ella, quiere prosperar (The understudy) o el último, en el que una familia Adams contrata a una estudiante para que cuide la casa aunque en realidad quieren que sustituya al demonio que lleva su otro hermano (The harrowing).

Cierra los ojos y mírame. Ana Galán y Manuel Enríquez. Destino

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(304 páginas. 13,95€. Año de edición: 2012)
Voy a empezar de forma categórica esta reseña: este libro tiene que ser leído en clase (3º de la ESO, 4º). ¿Por qué? Primero, porque es fácil de leer y muy emotivo. Pero segundo, y esta es la razón de mayor peso, es porque vamos a aprender mucho sobre qué supone la ceguera, porque vamos a entender (y tratar) mejor a los ciegos y, sobre todo, porque vamos a conocer sobre los perros guía, cuál es su adiestramiento y qué hay detrás de un perro lazarillo. Muchas veces suelo estar en contra de seleccionar una lectura siguiendo meramente los llamados "valores", pero en este caso me parece que se trata de un tema que no es nada frecuente.

Pero vayamos al primer punto. Tenemos entre manos una novela muy fácil de leer, sin complicaciones, escrita a dos voces, la de David y la de Blanca, ambas en primera persona, que van desde agosto de 2009 (la historia de Blanca, pese a iniciarse en el capítulo 2 es la que se remonta más atrás) hasta junio de 2012, atravesando 31 capítulos en los que se van alternando los dos puntos de vista. No nos encontramos ante una prosa rebuscada, un estilo muy literario, un léxico exigente (más allá del referido a la vela, estamos en una ciudad portuaria, no sé si Barcelona) y la linealidad es una constante en esta especie de diario doble muy sencillo de seguir.

La historia de David es la más impactante: tras una fiesta, unas copas de más y mucha imprudencia, sufre un aparatoso accidente en el que pierde la vista. El proceso de asimilación a la nueva realidad de este chico de 20 años que se encuentra en 2º de Periodismo es de lo mejor del libro, muy realista y detallado (por momentos a veces demasiado didáctico, se nota la documentación previa detrás de las líneas escritas). Ni su familia ni sus amigos son capaces de transmitirle las ganas de vivir. Poco a poco, sin embargo, entre ellos y los psicólogos y cuidadores consiguen que vaya rehaciendo su vida.

La historia de Blanca es más sencilla: una adolescente de clase social media que recibe el revulsivo en su vida de conseguir el sueño añorado por ella y su hermana Cris, tener un perro (ella de hecho luego iniciará los estudios para ser veterinaria). Aunque la propuesta de su madre tiene trampa, ya que se trata de un cachorro destinado a ser en el futuro un perro guía para ciegos. Se trata de Kits, un labrador que colma los deseos de Blanca, sobre todo porque la separación se ve muy lejana, aunque cuando llegue será desgarradora, y más cuando ella se ha no se ha enamorado aún y va en ese sentido por detrás de sus amigas. 

Podríamos dividir el libro, de hecho, en dos partes bien diferenciadas: la primera iría hasta que David y Blanca se conocen, como si se tratase de dos historias paralelas que van acortando distancias; y luego ya la segunda, con el componente más tópico del enamoramiento entre dos personas bien distintas. La primera es la que más ha llamado mi atención, pero la segunda seguro que es la que engancha a los adolescentes, con alguna que otra frase-carpeta o fragmentos pastel ("el amor es una droga, una sensación de hambre continua que solo se sacia cuando estás con la persona a la que quieres (...) Notaba que andaba entre nubes, que el corazón se me estremecía cada vez que le decía adiós, que tenía una sensación extraña en el estómago cada vez que entrelazábamos los dedos o nos besábamos. Me sentía reflejada en las letras de las canciones románticas y en los poemas de amor. Sentía que las horas volaban cuando estábamos juntos y se arrastraban por el suelo cuando cada uno volvía a su casa"), además de que cuenta con una secuenciación bastante pautada y nada repetitiva.

En el universo de David, un muchacho guapo, temperamental y muy inseguro, conocemos a una madre cariñosa y sobreprotectora, a un padre con un papel mucho más secundario salvo una conversación intensa con su hijo, y a una hermana pequeña, Silvia, que no aparenta en ocasiones la edad que tiene, pues parece mucho más madura que el propio David. Y de entre sus amigos, a Rober, el mejor amigo de David (aunque es el que flirtea con la que era su novia de entonces, la desinhibida y provocativa Claudia, algo que será el desencadenante de que David tenga el accidente), a Jorge y a Lola, pero salvo por unos consejos de esta última, tampoco se les perfila mucho. Estarían casi al mismo nivel que una de sus cuidadoras, Jenny, o Laura, una voluntaria que ayuda a David a volver a las clases.

En el de Blanca, una chica responsable, espontánea y con mucho carácter, algo por el estilo: mayor desarrollo para la madre (a quien se le ocurre traer a Kits, y que luego mostrará sus prejuicios hacia los ciegos, aunque se arrepentirá pronto), que hacia el padre (si se hubiera tratado de una familia sin figura paterna no habría cambiado la historia un ápice); la hermana pequeña, Cris, apenas tiene protagonismo; y sus amigas, Natalia y Nerea (esta al menos tiene un par de trazos más), no están mucho más redondeadas. Quizá el personaje mejor dibujado sea el de Pepe, que también introduce el tema de que no hay que dejarse engañar por las apariencias (el chico es grandote, sudoroso y con voz de Justin Bieber, es decir, de niña, pero luego resultará un amigo en toda regla, por encima de la propia Claudia).

No es, ni mucho menos, un libro redondo ni la mejor novela juvenil que he leído por varios aspectos ya comentados o porque la segunda parte se mueve por cauces bastante previsibles, pero nos falta por comentar el tercer gran protagonista después de David y Blanca: Kits, un perro cariñoso y muy obediente. La parte en la que se nos habla de la labor de la ONCE (aunque curiosamente no se nombra a la organización) y de Guiding Eyes for the Blind es muy ilustrativa. Conocer el proceso que hace posible que existan los perros guía es uno de los mayores  alicientes de la novela, junto con hacer visible (vaya burdo juego de palabras) la realidad que viven los ciegos. Algo, sin duda, que tienen que conocer nuestros alumnos.

The Leftovers. Temporada 1

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(HBO. Temporada 1: 30/06/2014 - 08/09/2014)
Contiene spoilers

Todas las dudas que me dejó el estreno, se redoblaron en el segundo episodio: ¿qué coño estaba pasando y por qué me estaban calentando tanto la cabeza con tanta pregunta sin respuesta? Pocas veces me ha desesperado más una serie y he sufrido más tentación de dejarla. Sin ir más lejos, hasta mediados del capítulo 3, cuando Matt (estupendo Christopher Eccleston) tiene ese sueño después de pasarlas canutas, estuve con el mando a punto de darle al STOP.  Apenas me frenaba esa intro tan sugerente y esa música que te metía más en situación que el desbarajuste de personajes con agujeros por todas partes.

Pero por suerte aguanté ese inicio tan arriesgado y si bien las preguntas nunca han encontrado respuestas, el planteamiento es tan bueno que me he centrado sobre todo en ver The Leftovers como un drama en el que había que plantearse cómo podría ser la reacción humana ante un hecho tan inexplicable como que el 2% de la población de repente desaparece de la faz de la tierra. Más allá de si los perros, de si Dean, el memo de los carrillos acolchados por dentro (Michael Gaston, también apareció en Fringe), existe o es producto de la imaginación de Kevin, que está peor que su padre encerrado en el manicomio, o de qué vio Liv Tyler para querer interpretar a la anodina Meg, lo que cuenta es verlo como un poderosísimo ejercicio hipotético y meterte en la piel de unos seres que están rodeados de incomprensión.

En el fondo, no deja de ser una metáfora de la vida. Pertenecemos a un mundo en el que sólo conocemos la certeza de la muerte y cada uno lidia como puede con una existencia que muchas veces no tiene sentido. Nacemos, crecemos, puede que nos multipliquemos, pero todo por qué. Añade a ese cóctel que el sinsentido se acrecienta por razones inexplicables y unos desaparecen y otros permanecen. ¿Por qué? ¿Existe Dios? ¿Existe esperanza? 

Hay capítulos maravillosos y personajes como el de Nora más maravillosos aún. Los tres últimos episodios son para enmarcar, empezando por un Cairo en el que todo se desencadena, pasando por un The Garveys are the best en el que todo el metraje es un flashback con un final demoledor, y acabando por The prodigal son returns en el que se cierra una temporada de manera magistral y te lleva a desear que no hubiera una segunda temporada o, cuanto menos, que los personajes principales que conocemos dejen paso a otros con sus propios problemas y situaciones. No me gustaría que ese halo de esperanza proyectado fuera un espejismo después de haber sufrido tanto.

Personaje por personaje, el protagonista indiscutible es Kevin. Indiscutible pero discutido, al menos para mí, sobre todo conociendo que su insatisfacción partía de antes del 14 de octubre de hace tres años. Ese inconformismo o esa incapacidad para ser feliz corrompe todo lo que le rodea, sobre todo a su hija Jill, aunque esta parezca inmune a esa incapacidad paterna de comunicarse o de amar. Pese a todo, mantiene una integridad que le lleva a ser casi el único defensor de los Remanentes, a quienes casi todo el mundo quiere linchar (y después de la última jugarreta ni te cuento). Y luego está el tema de su insomnio, sonambulismo o trastorno de personalidad casi heredado de su padre (aparece poco Kevin Garvey Senior, pero nunca me ha gustado más Scott Glenn)...

Laurie es un personaje mucho más complejo y el trabajo de Brenneman es de enmarcar. Es el adalid aparentemente de la secta de los Remanentes; es mucho más estricta que la líder, Patti (Ann Dowd es de lo mejorcito del reparto, se come a quien haga falta en cada aparición en pantalla), que le da un día de permiso para hablar y no se concede el lujo de romper ese silencio hasta que profiere ese desgarrador Jill cuando ve aparecer a Kevin en el incendio. Al ver el flashback, algo andaba mal en ella aparte de un matrimonio tambaleante. Al perder al niño que llevaba en su tripa parece que desconecta de toda esperanza, aunque siempre le queda una pizca de preocupación por sus hijos, algo que le conecta de algún modo con las ganas de vivir.

Jill es otro personaje que con su flashback me ha ganado. Verla reír ha sido casi tan impactante como oír a Laurie. Era una niña jovial con ganas de enseñar sus brackets constantemente. Muy unida a hermanastro Tom, cuando hacen el corro de la mano y de pronto desaparecen los que se van, te quedas sin aliento, casi como ver que la mujer con la que se iba a acostar Kevin de pronto no está. Otro shock es verla aparecer en el edificio donde están los rarunos de blanco fumadores compulsivos. A Laurie no le hace nada de gracia.

El periplo de Tom es más extraño. Todo lo que tiene que ver con Wayne lo es. Puñetero Wayne. Puñetera Christine. Vaya cuando aparece la otra china. O cuando el Wayne empieza a cruzarse con Nora o con Kevin. Y el regalito de Christine a Tom antes de la intro del último episodio... Tom no me ha terminado de convencer tanto, pero es que esa trama argumental es de las más extrañas. Debemos entender que Wayne le concede el deseo a Kevin a tenor de lo que sucede después y que no era tan embustero como él mismo pensaba. Tom es otro que anda perdido y quién sabe si al regresar con su madre puede reencontrarse.

Nora es la joya. Vale que es una mujer rota y que sin embargo se aferra a unas rutinas, a un trabajo que no sé cómo soporta, pero cuando se la ve reír te das cuenta de que ese es el camino. Es la única que puede salvar a Kevin, aunque por el camino tiene que salvarse a sí misma. Tiene que dejar el juego de la pistola. Tiene que dejar de mantener el escenario de su casa como estaba antes de la desaparición. El regalillo de Christine parece como caído del cielo para ella y sugiere que el contenido de la carta que le escribe a Kevin sólo lo conoceremos los espectadores.

 Más allá de las preguntas, pues, están unos personajes que conectan con el espectador. Hay momentos brutales en los que la violencia toma el protagonismo de una manera desmedida y, sin embargo, totalmente humana. Hay episodios que te dejan pegado a la pantalla. Hay demasiados motivos como para pensar que The Leftovers es una serie diferente que merece la pena ver y que está muy por encima de las valoraciones de IMDB (7,6) o Spoiler TV (6,4). Así que resiste si te pierdes por el camino y tienes la tentación de abandonar.

Extant. Temporada 1

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(CBS. Temporada 1: 10/07/14 - 18/09/14)


El nivel de las series hoy en día es tan rico y variado que propuestas tan interesantes como Extant, que cuentan con una actriz de Oscar como Halle Berry, un productor como Steven Spielberg y un estreno prometedor (ver aquí), resultan un poco decepcionantes. Y no porque la serie sea mala, ya digo, sino porque en comparación, tenemos tanto y tan bueno que el contraste es más acusado. De ahí que una serie con un 7 de media en IMDB y un 6,3 en espoilertv sepa tan a poco o deje el regusto amargo de que podría haberse aprovechado más el material entre manos con un mejor guión. Creo que se podría haber sacado más partido a esta propuesta futurista con mucho más potencial del demostrado.

Pronto el "Descendiente" torna en una trama mil veces vista en la que el plan último es la invasión de la tierra. En uno de los episodios dobles últimos se echa por tierra lo que a duras penas se sostenía con bastante credibilidad y avance paulatino. Cuando Sparks recoge a su mujer y va con la Katie pequeña a una especie de cutre camping 2.0., todo se sale de madre. Todo empieza a chirriar y ese personaje del profesor o científico que trata de empatizar con Molly, que se aferra a su "bebé" de manera casi absurda, no se sabe de dónde sale. Kryger se alía con Gordon Kern, que cambia de bando casi mágicamente, y una bandada de pájaros trata de frenar el avance de ese profesor o científico enrollado. No se sostiene.

El equilibrismo entre las dos tramas, la del descendiente que portaba en el vientre de Molly y la de Ethan, el ser humano creado artificialmente por uno de los personajes bluf de la serie, John, que ni pincha ni corta pero cómo apoya y quiere a su mujer, pierde fuelle y todo resulta inconsistente: la del embarazo ya está dicho y en la del humanoide, no nos creemos el acercamiento del estúpido de Odin, que Ethan se deje camelar tan fácilmente, y que Julie (otro personaje que se queda entre dos tierras para no pinchar ni cortar) no se entere de lo que está pasando.

Más críticas: hay personajes cuyo final es ignorado o suprimido. Tanto Sparks, el maniaco que no resulta convincente por haber permitido el secretismo de la muerte de su hija, como Yasumoto, cuya incidencia parecía que iba a ser mayor y que al final se reduce a estar cruzado de brazos en todas sus impasibles escenas, como el propio Odin, a quien descubren su "manifiesto" en forma de vídeo recalcando que el atentado (fallido) era obra de un robot. ¿Y qué decir de la pelirroja? (Ni me molestaré en buscar su nombre). Es como la amante de Yasumoto y la aliada de Odin en esa liga antitecnología, pero desaparece sin dejar rastro. Eso sí, muy sexy Annie Wersching.

E incluso los protagonistas son planos e insulsos, a excepción de Ethan. Pierce Gagnon es la revelación de la serie e incluso supera a la propia Halle Berry, que por momentos es la única que sostiene el desaguisado de la endeblez de las tramas (salvo cuando se pone a trepar cual Spiderwoman por las paredes del ascensor). La actuación del niño merece todos los reconocimientos, aunque no así su final. Muy bien cuando se sacrifica por quienes quiere, pero muy edulcorado esa "resucitación" omnisciente y etérea del final. Muy de Spielberg, muy E.T., pero muy poco convincente. Igual que resulta poco convincente ese viaje casi in extremis de Molly para evitar que la estación deje las esporas extraterrestres que ponen en peligro la tierra. Bandazo va, bandazo viene.

En fin. La serie se deja ver pese a la rigidez de los personajes y la endeblez de las tramas y casi durante tres cuartos de la temporada (parece que única temporada, por suerte) mantiene el interés y la trama avanza. El último cuarto renquea bastante más y el final es endeble y deja demasiados cabos sueltos, por más que se le dé hasta una última oportunidad al Descendiente en un final casi made in Superman, que durante varios episodios tuvo una resolución poco satisfactoria mostrándonos su punto de vista con movimientos raros de cámara.


Fringe. Temporada 2

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(Fox. Temporada 2: 18/09/2009 - 21/05/2010)
Muchas veces las segundas partes suelen decaer y marcar una peligrosa pauta. Me pasó con Orange is the new black y me está pasando con Masters of Sex, pero por fortuna Fringe no está en la misma situación. Si la primera temporada resultaba un producto para el entretenimiento y la ciencia ficción, en la segunda temporada no se va a la zaga ya desde el primer momento, con una reentrada de Olivia en nuestra dimensión de lo más espectacular. El misterio asociado con esa visita al otro mundo marca los primeros capítulos, junto con el peligro de los cambiaformas, letal para Charlie, en una de las sorpresas de este trepidante inicio.

Con respecto a la primera tanda de capítulos, llama la atención cómo aumenta el protagonismo (a veces, para mi gusto, excesivo) de Peter, que parece más el agente del FBI que la propia Olivia, por mucho que esta esté convaleciente. Los encuentros nocturnos con Sam Weiss (Kevin Corrigan) en la bolera no sé si calificarlos de simplemente extraños o podemos añadirle un encanto especial con esa manera un tanto críptica y original de ayudar a nuestra rubia agente.

Hablando de Charlie, hay que reseñar la mayor cagada que he visto en mucho tiempo en una producción de tal calibre como esta serie. En el episodio 11 aparecía y no se trataba de algo premeditado por causas del guión, sino por un fallo de continuidad inexplicable (al parecer el episodio debía de incluirse en la primera temporada) porque, que el espectador supiera, Charlie no había encontrado la manera de resucitar. Algo parecido y en relación con él (se suponía que aparecía para suplir su baja), es el caso de la agente Amy (Meghan Markle), que aparecía en un par de episodios y hasta daba la impresión que con doble juego por su parte, para luego quedar desterrada en el olvido para siempre. Por otra parte, uno de los puntos débiles de la primera temporada, todo lo referente a Rachel, la hermana de Olivia, desaparece  casi por completo. Apenas existen respiros.

Aunque es raro encontrar capítulos por debajo de una media notable (exceptuando el de relleno "Brown Betty", que es ni más ni menos un cuento de Walter a Ella, la sobrina de Olivia), siempre que hay alguna referencia al otro universo se añade un plus especial. O bien en relación con los experimentos con el cortexiphan, o bien con los observadores (el episodio  donde uno de ellos altera el curso de los acontecimientos porque se enamora sin él saberlo bien de una chica que vigilaba fue muy bonito), o bien cuando directamente se traspasan los dos universos, como el magistral capítulo titulado "Peter", en el que por fin conocemos los detalles de la muerte del Peter de este lado, uno de los misterios con los que se cerraba la primera temporada.

Peter, como decía, gana enteros en el protagonismo para ponerse casi por encima de la propia Olivia, o al menos a la par, sobre todo cuando el previsible acercamiento amoroso entre ambos hace su aparición, aunque el punto fuerte es el personaje enternecedor de Walter, vulnerable, inestable, ocurrente y encantador, sin olvidar que gracias a su genio se pueden resolver los casos más extraños. En ese sentido, al profundizar en la relación con Astrid se puede hablar de uno de los aciertos de la segunda temporada, algo que no sucede con Broyles, que queda aún más en segundo plano, como ocurre con Nina.

Si de por sí la nota es notable, el episodio doble final, "Over there", es un brillantísimo punto final. Por fin ya en el otro lado empezando con el punto de vista de la Olivia (casi más guapa con el pelo más oscuro) y el Charlie de allí y con un "32 horas antes" de lo más efectivo, el intento de rescate de Peter, que había abandonado nuestra dimensión para acompañar al señor Secretario (cuya identidad no era muy difícil de averiguar), contiene todos los elementos para hacer de Fringe una serie de gran calidad: tanto el reencuentro con la madre de Peter, como el enfrentamiento entre Olivias, o el sacrificio de William Bell, a quien antes le había estado recriminando Walter que se hubiera dedicado a enriquecerse.

En definitiva, no sólo no incurre en el síndrome segunda temporada, sino que las relaciones establecidas entre los protagonistas se consolidan y evolucionan de modo que la trama de fondo no sólo se basa en esa puerta abierta entre los dos mundos. El final con una cambiaformas con la apariencia de Olivia, además, abre una muy interesante vía para la tercera temporada.

Under the dome. Temporada 2

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(CBS. Temporada 2: 01/07/2014 - 23/09/2014)
Sí, ya sé que el póster elegido no es muy representativo de la segunda temporada. Pero visto el final que tiene, ¿y qué? Como si pongo a Linda, que también muere a las primeras de cambio (aunque ella es más fea e insoportable, estaba más justificada su muerte...). Eso me pasa por haber vuelto a incurrir en el error de no abandonarla en la primera, tal y como habría que haber hecho. Te dices que es verano, que puedes incurrir en el pecado de seguir alguna serie de ver y olvidar (tipo True Blood), pero cualquier reposición o recuperación de alguna serie que no viste en su momento es mejor que eso.

Lo que ocurre bajo la cúpula es un cúmulo de despropósitos. Las vueltas y revueltas en torno a Big Jim (después de ver Breaking Bad, qué penita me da que Dean Norris esté envuelto en este turbio personaje cuyo final en plan Big Foot, tambaleándose con un agujero en el pie y otro en el pecho, lo resume todo) son proporcionales al desaguisado con otros personajes, como los que introducen a calzador para esta segunda temporada, tipo Lyle (alias barbero de Sevilla) o tipo Sam (Eddie Cahill), que es malo, pero es enfermero o algo así y cura a gente, aunque no reconoce a su ex novia del instituto pese a que no ha cambiado en no sé si veinte o veinticinco años.

De nuevo, no voy a colgar el cartel de contiene spoilers como en alguna otra donde no importaba demasiado (ahora no recuerdo cuál era) porque lo que contiene esta serie son monumentales chorradas. No por esa cúpula que es casi más racional que muchos de los sujetos que caminan por debajo de ella, ni por esas inconsistencias de "soy bueno, pero ahora malo, y luego regular" o "confía en mí, que haré que desconfíes". Es todo. Es san Barbara, es santa Julia, es bipolar Junior, es cada vez pinto menos Joe por más listo que sea, es Norrie"deja de besar a mi novio, bruja", es la tontería de las cuatro manos...

Qué se puede esperar cuando la salida está en una gruta que empieza en la taquilla donde asesinan a Angie y que da a parar a un parque de Zenith, donde, oh, sorpresa, está Pauline, la madre de Junior, y viva (total, para lo que luego hace, pintar cuadros premonitorios y dar lugar al reencuentro madre-hijo más emocionante desde que Marco encontró a la suya en los Apeninos...). Y también el padre de Barbara, que es más malo que Big Jim hasta que quiere ser más bueno que santa Julia, cuando se entera de que Melanie (Grace Victoria Cox al menos tiene ojos bonitos) está viva (viva después de haber muerto varios años antes, pero sacarlo así fuera de contexto hace que suene más ridículo de lo que es). Y una puerta roja que devuelve a los que han salido a Chester Mills.

Lo de los secundarios es de traca. Me quedo con el gran Phil, que empezó de locutor, pasó a ayudante de policía, luego a ser el esbirro de Big Jim, para recalar en prisión y de ahí a acabar ensartado en la gruta después de que Big Jim tirase el huevo por el agujero (porque sí, hay un huevo, y no de pascua, este brilla..., y grita). Solo la calva y los cuatro pelos que le quedan a Lyle le pueden hacer sombra, junto con el beso de Joe y Melanie, que está más salida que el pico de una mesa y que luego busca tema con Junior-el amor de mi vida es Angie, pero si te me cruzas por medio, a lo mejor la olvido...

Y todo podría perdonarse (total, se iba a olvidar en breve), pero llega el capítulo final, ves la luz del túnel, o el agujero donde escaparse de esa cúpula que solo lleva dos o tres semanas pero que parece que nos acompaña desde hace dos años (y sin parece). Llega la travesía cual Noe cruzando el agujero que parecía enorme pero valía con dar un salto y para eso no se necesitaba ni escalas ni cuerdas. Llega la encrucijada que se resuelve gracias a la mariposa (ya no recuerdo su nombre técnico, ni me importa no recordarlo). Barbara es el elegido (como si no lo supiéramos ya). Antes, a Rebecca (Karla Crome, otra de las novedades), la profe de secundaria que podría haber ganado un Nobel, le mete un martillazo Big Jim porque no soporta que le haya dado una sobredosis (¡viva la eutanasia!) a su amada Pauline (alias Drácula tras el beso sangriento con Big Jim, que está en todas). Julia y Junior se quedan atrás porque una grieta crece. Barbara pone la mano donde se posa la mariposa. Se rompe la muralla de piedras y aparece Melanie o el espíritu de Melanie o la poseída de Melanie (da miedo cuando dice que vayan hacia ella). Y ahí se queda. ¡¡¡Ahí se queda!!!

Si la cúpula necesita de una tercera temporada, por ahí ya no paso. Dejé The bridge por mucho menos el año pasado. Para mí, tanto como si la renuevan como si no, ese ha sido el final que no ha sido final... Mi cupo de insensateces (que no he desarrollado mucho, por otra parte) ha llegado a su máximo. Stephen King, te has lucido, chato...

Estreno: Gotham

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(FOX. Estreno: 23/9/2014)
Con Gotham no soy neutral. Si ya me parecía una pasada el tráiler, el piloto no ha desmerecido. Tiene ritmo, tiene fuerza, tiene una gran producción, tiene medios detrás, la música acompaña, la historia entre manos es imponente. No sé si harán como con Smallville, reinventándose unos prolegómenos bastante alejados de la historia original y conocida (de momento no lo parece, con el asesinato de los padres de Bruce Wayne de manera similar a las tantas veces vista), o si simplemente rellenarán los huecos que la historia de Batman deja al mostrarnos siempre la casi culminación del proceso en el que el multimillonario Wayne acaba tomando la identidad del superhéroe más oscuro (o uno de los más oscuros) del cómic.

Según mi criterio, la serie debería seguir los pasos de Año uno de Frank Miller, que nos narra la llegada de James Gordon (aprobaremos a Ben McKenzie por este inicio, aunque su físico no recuerde nada al típico Gordon con bigote y gafas) a una Gotham siniestra y doblegada por el hampa, con una policía corrupta hasta la médula, con unos dirigentes mediatizados por la enorme fuerza criminal. Gotham podría ser la distopía de cualquier gran ciudad norteamericana, o un retrato casi apocalíptico de una sociedad bastante deshumanizada como podría ser la nuestra. Sin embargo, Gotham es ese lugar que por más arruinado que parezca siempre quieres volver (o, si eres un multimillonario, quieres recuperar).

De momento, sin embargo, hay bastantes diferencias con Año uno, ya que Gordon conoce a Wayne justo en el momento en que asesinan a sus padres, por lo que hay que alterar bastante las coordenadas. Gordon es un ex combatiente y tiene prestigio (no viene expedientado de Chicago), aún no está casado con Barbara Kean, la excesivamente guapa Erin Richards. Y digo esto de excesivamente guapa además de porque la actriz es un bellezón porque casi siempre la esposa de Gordon pasaba un poco más desapercibida o estaba en un segundo plano, lo cual favorecía, entre otras cosas, la relación extramarital con una compañera de trabajo, algo que aquí parece impensable con esta mujer, que además parece ocultar un pasado turbio. 

Y por último, su compañero, Harvey Bullock (a ver cuándo dejo de ver a Donal Logue como un vikingo...), aunque inmerso en esa corrupción generalizada, parece un tipo honrado que se ve superado por la situación (no nos extrañaría que algún mafioso tuviera amenazada a una mujer, o a algún hijo o similar) y que acepta bastante mejor de lo que cabría esperar al nuevo. Esta pareja de policías tiene pinta de que puede dar mucho juego, puesto que la química entre los dos es patente casi desde el primer plano juntos. Se prevén desencuentros y disputas, pero me da que también una camadería que vencerá los tentáculos de los criminales.

Entre los criminales, de momento quien parece dominar el tablero de Gotham es Carmine Falcone (imponente John Doman), que conocía al padre de Gordon. Como aún no hay criminales psicópatas y tarados de por medio, los métodos habituales son la extorsión y el chantaje. En cambio, no me ha gustado tanto el personaje de Fish Money (Jada Pinkett Smith), una pez gordo del hampa, algo así como una de las principales sicarias de Falcone. Más que por el personaje, por la actuación. No me han convencido sus escenas (ya he leído, por cierto, que el cómico al que está probando en una audición pueda ser el Joker en un futuro, aunque esa carta deberán guardársela para más adelante).

Sí me han gustado más los futuros enemigos de Batman, sobre todo Oswald Cobblepot, alias Pingüino (Robin Lord Taylor lo caracteriza estupendamente), perdonado in extremis por Gordon. La compulsividad en la brutal paliza que le da a un secuaz de Money muestra esa violencia incontenible que se une a su intelecto privilegiado. La lesión que le provocan en la pierna y que le hace andar raro puede ser el detonante para su transformación criminal. Cuando asesina por un sándwich al salir del remojón parece que está cerca de ese momento.

Y sí, el resto de personajes del universo Batman están metidos con calzador: Selina Kyle (los ojos de gata de Camren Bicondova hablan bien del cásting de la serie) es testigo del asesinato de los padres de Bruce y luego le ronda por los tejados; Edward Nygma (Cory Michael Smith, otro que dará la talla como perturbado en vistas de su escena) trabaja como forense o algo así para la policía; Ivy Pepper (Clare Foley es demasiado pequeña como para que esta actriz dé pie a este venenoso personaje) es la hija del principal sospechoso del asesinato de los padres de Bruce; y Alfred (Sean Pertwee es el que menos me ha convencido, demasiado influjo de Michael Kayne) es lo único que le queda a Bruce (David Mazouz sí me ha gustado, tiene ese punto de oscuridad necesario en su mirada) y era imprescindible. Están metidos con calzador, sí, pero quién no quería ponerles cara cuanto antes...

Lo dicho: buen piloto, buena selección de actores, y con el aliciente del universo de Batman de fondo, esperemos que Gotham no nos defraude y se convierta en una sucesión temporal sin más de los prolegómenos a este superhéroe, sino que esté lleno de negros y grises.


Pulsaciones. Javier Ruescas y Francesc Miralles. SM

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(200 páginas. 9,95€. Año de edición: 2013)
Elia acaba de salir del coma.
¿Lo bueno?
Está bien y tiene móvil nuevo, así que por fin puede hablar con todo el mundo por HeartBits.
¿Lo malo?
No recuerda los tres días anteriores al accidente.
¿Qué habrá pasado durante ese tiempo?
¿Quién será ese tal Phoenix que no deja de mandarle mensajes?
¿Y por qué cada vez que Elia piensa en lo que ha podido olvidar… siente que le falta el aire?

Esta novelita de escasas 200 páginas tiene la novedad de que está construida exclusivamente a base de diálogos. Diálogos de una red social llamada "Heart bites", "un corazón que no deja de latir nunca" y "contabiliza al final de cada jornada el número de pulsaciones". Un remedo del whatsapp, vaya. Esta característica formal determina por completo la obra. Para un lector cualquiera sin duda lastra cualquier relevancia literaria primero porque se parte de una premisa adulterada, y es creerte que cualquier conversación en la red es como las que aquí aparecen, por más que no se suele citar, ni se escribe sin abreviaturas, y los emoticonos ocupan un porcentaje mayor del que aquí aparece. Se "literaturiza" el whatsapp, por así decirlo, y nos tenemos que creer que es verdadero.

Eso por una parte. Por otra, en los criterios más académicos, esta imposición obliga a que las descripciones casi brillen por su ausencia y se fuercen conversaciones para rellenar los huecos que una red social no puede abarcar sin que pierdas claves. El espacio tampoco se nos aclara, y el tiempo va marcado por días, con unas citas de Buda de las que yo prescindiría (de hecho he obviado casi todas) y unas anotaciones sobre el número de pulsaciones y participantes a final de cada día (cada capítulo). 

A favor de un joven lector, sin embargo, al desterrarse descripciones y la acción sustentarse por medio de diálogos (casi siempre cortos, no ocupan ni por asomo una línea entera, con lo que esas 200 páginas se podrían adelgazar a más de la mitad), se convierte en una lectura fácil e instantánea. Dificultad de lectura cero, como podría ocurrir con una conversación de whatsapp (viva la publicidad no pagada). Más actual, imposible.

El personaje principal, Elia, de 16 años, puede hasta resultar creíble en esa construcción a base de palabras vía smartphone:  es una adolescente que sueña con dedicarse al cine y sufre un accidente de coche que afecta a la memoria de los tres días previos a dicho accidente (a mí, desde la ignorancia, me resulta una premisa muy poco verosímil). El resto de personajes, en cambio, resultan planos, son nombres sin mayor relieve: 

Su amiga Sue, que la ayuda a recordar (Suerlock Holmes con su observación de la manzana suena a coña marinera) es la amiga enrollada; menos protagonismo tienen aún esos "papá" y "mamá" que escriben a Elia un par de veces preocupándose por ella; Marion, una chica que conoce en la terapia psicológica del hospital y que se quema media cara por no apagar unas velas por la noche es inconsistente y contradictoria; Tommy, el inglés de intercambio que va a casa de Sue y cuya historia se ve venir a las primeras de cambio, copa la historia secundaria con la atracción por Sue; e incluso el mismo Phoenix, el coprotagonista de la historia, es el más artificial y menos conseguido de todos. Imposible de tragar.

Puedo seguir extrayendo más defectos que virtudes: las citas que le suelta Phoenix a Elia, a cual más pedante y rebuscada; las historias secundarias, que parecen sacadas de un manual de previsibilidad; por no hablar de que es intratable ese olvido de los tres días previos al concierto de Regina Spektor, y más si en la portada te "chafan" ese cierto misterio con el anuncio de "¿Y si hubieras encontrado al amor de tu vida... y lo hubieras olvidado?". Los tópicos y frases de autoayuda proliferan como setas tras la lluvia, y eso me resulta más indigerible aún que la frase que suelta Phoenix: "¿Serías capaz de amar a alguien que ha muerto?". Huele a artificio manipulador barato.

¿Entonces cómo recomiendo una novelita a la que saco tantos defectos? Pensando en llevarla al aula, todo lo que a mí me parece endeble puede resultar un punto de enganche a nuestros alumnos. Un 1º, un 2º de la ESO, un 3º de la ESO de poco hábito lector o desencantados de lo académico pueden ser una clientela entusiasta para este libro (de hecho, tengo un alumno que comentaba a una compañera, después de haberse leído 40 páginas del tirón, que era el segundo libro que se leía en su vida: 3º de la ESO).  Además, ese pseudoromanticismo que impregna la obra va en la línea de los gustos actuales. Y también es recomendable porque les va a resultar cercano al tener tanto protagonismo las nuevas tecnologías. Y esa parte de autoayuda puede ayudar a favorecer la aceptación de uno mismo, con frases de enganche como la siguiente: "Creo que era su ilusión por aprender lo que más me fascinaba de él. Era como si nunca tuviera suficiente. Como si el mundo fuera a terminarse y él quisiera saberlo todo, descubrirlo todo". Es un título, pues, con muchas posibilidades en clase.

The Good Wife. Estreno de la 6ª temporada

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(CBS: 22/09/2014)
The Good Wife lo ha vuelto a hacer: empieza temporada y de pronto vuelves a estar subido a esa montaña rusa repleta de emociones fuertes. No importa que se superara a sí misma en la quinta temporada, la mejor de todas, palabras mayores dentro de una serie de una calidad casi insuperable y cuyo único bache fue el marido de Kalinda, el único error que se le recuerda a una trayectoria que empezó en 2009 y que sigue dándonos réditos estupendos.

La receta parece sencilla, pero no lo es: mezclamos unos personajes consolidados (Alicia en primer lugar, claro; Diane, aunque haya estado en un segundo plano pese a la posible fusión; el grandioso Eli con sus grandiosas gesticulaciones; Cary Agos, uno de los mayores protagonistas de este arranque, aunque se dedique a dar disgustos a sus fans; el siempre denostado Peter Florick; la contundente Kalinda...) con tramas muchas veces reenganchadas de temporadas anteriores (por ejemplo, la del traficante Bishop); le damos un toque elegante con esa música y esa cabecera que entra cuando le da la gana; añadimos un ritmo elevado que nos lleva de un lado para otro con prisas, como si nosotros fuéramos unos abogados que se ven inmersos en una rutina vertiginosa; aportamos unos antagonistas que pese a lo despreciables que son acabamos casi adorando (Canning, David Lee, el fiscal James Castro -aunque ahora le veo más sin cejas y le voy a llamar Observador...-, puede incluso que Finn Polmar...) y sacamos un plato estupendo.

Un plato con dos ingredientes básicos, o eso ha parecido en este inicio: la acusación por tráfico de heroína a Cary, que pasa un día horríbilis, de esos en los que quieres despertar porque estás inmerso en una pesadilla que no termina; y la propuesta de Eli de que Alicia se presente para ser fiscal, que fue el punto final de la temporada pasada. Aunque ahora parece inmersa en la consolidación del bufete con Cary con la incorporación de Diane, y aunque ahora todo queda en suspenso a raíz de la detención de Cary y el pago de su cuantioso aval, quién sabe si pronto no estamos hablando de un spin off que se titule "The good fiscal".

Esto no ha hecho más que comenzar, pero con un solo sorbo hemos disfrutado como hicimos el año anterior, y nos congratulamos de estar al principio de la que en teoría es última temporada de esta serie que aunque está en plena forma mejor harían en no estirar demasiado para que pueda despedirse a lo grande y entre las más grandes. De momento, confiamos en que nos dejen llevar como hasta ahora.
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